Trump rompe con décadas de política exterior de EE UU para priorizar la normalización con Rusia

La última vez que Estados Unidos quiso intentar un acercamiento a Rusia ocurrió en 2009. La recién llegada Administración de Obama declaró el reinicio de las relaciones, con botón de reseteo incluido. El experimento no acabó bien. En 2014 Rusia ocupó Crimea. Los dos países comenzaron una larga era de expulsiones mutuas de diplomáticos y lazos cada vez más gélidos, casi inexistentes desde la invasión de Ucrania en 2022. Ahora, Donald Trump parece dispuesto a dar un nuevo vuelco a esas relaciones y rehabilitar al presidente ruso, Vladímir Putin, de su estatus de paria en Occidente. Aunque ello ocurra a costa de Kiev o de perjudicar la relación con Europa, la joya de la corona en la política exterior de EE UU de los últimos 80 años.

El Kremlin y la Casa Blanca de Trump han dejado claro su interés en un acercamiento. Ambas partes se mostraban entusiastas tras la reunión de este martes en Riad, la más sustancial entre los hasta ahora adversarios desde el comienzo de la guerra en Ucrania. Un encuentro en el que trataban, de un lado, dos veteranos curtidos en mil batallas diplomáticas rusas: el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, y Yuri Ushakov, asesor de política exterior del Kremlin. Del otro, un equipo estadounidense recién estrenado en las negociaciones internacionales; el secretario de Estado, Marco Rubio, el consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz y el enviado de Trump y amigo personal del presidente, Steve Witkoff. Brillando por su ausencia, Ucrania y Europa, un giro de 180 grados respecto al lema “nada sobre Ucrania sin Ucrania” que había abanderado la Administración de Joe Biden desde el comienzo de la invasión.

Rubio definía el encuentro para tratar sobre el conflicto como “el primer paso en un camino largo y difícil, pero importante”. Y ambas partes anunciaban un acuerdo para restablecer la normalidad en sus representaciones diplomáticas: otra recompensa tangible para un Moscú hasta ahora aislado internacionalmente, después de que la semana pasada Washington pareciera ofrecerle el “no” a la entrada de Ucrania en la OTAN y ganancias territoriales. Se prometen aún más zanahorias para el Kremlin: tras la guerra, la idea es desarrollar relaciones geopolíticas y económicas “de interés común”. Mientras, Rusia no parece haber cedido en nada.

Pocas horas más tarde, en su residencia de Mar-a-Lago, en Florida, el propio presidente estadounidense se declaraba “mucho más confiado” en el éxito de las conversaciones tras ese primer contacto.

En esas declaraciones en Mar-a-Lago, Trump dejó claro hasta qué punto han cambiado las tornas, y qué poco le importan las quejas de Volodímir Zelenski: responsabiliza al líder del país invadido, y no a Rusia, de la ocupación de Ucrania y parece pensar de él que no merece un asiento en las negociaciones. “Hoy he oído, ‘oh, vaya, no nos invitaron’. Bueno, has estado ahí tres años. Tenías que haberlo acabado hace tres años”, declaraba el republicano con tono irritado. “No tenías que haberlo empezado. Tenías que haber llegado a un acuerdo”, decía sobre el presidente ucranio. Y ese acuerdo debía haber pasado, según él, por ceder territorio para apaciguar a Putin y evitar una guerra de agresión.

Todas sus críticas se dirigen contra el ucranio, para el que quiere la celebración de unas elecciones que le derroten y traigan un gobierno nuevo a Kiev —previsiblemente, más cercano a Rusia—. Sin citar su fuente, aseguró que la popularidad de Zelenski se ha desplomado y ahora ronda el 4%: las últimas encuestas disponibles en Ucrania, de diciembre, le adjudican un 52%. Es un porcentaje similar al que disfruta el propio Trump, quien presume de contar con altos índices de aprobación.

Más datos falsos

Europa no se salva de las críticas: según Trump, el continente solo ha invertido una tercera parte de lo que ha destinado Estados Unidos a Ucrania en los últimos tres años. Otro dato falso: según el Instituto Kiel para la Economía Mundial, el bloque ha entregado 138.000 millones de dólares al país invadido, por 119.000 millones de Washington.

En cambio, Putin recibe comentarios elogiosos. El presidente ruso, sostenía Trump este martes, “desea la paz” y “quiere hacer cosas”. La semana pasada el republicano ya había opinado que Rusia debería regresar al G-7 del que fue expulsado por ocupar Crimea. Ahora declara que “probablemente” ambos se vean en Arabia Saudí antes de que termine el mes.

Su equipo trata de matizar las declaraciones de su jefe. En Riad, Rubio subrayaba que todas las partes tendrán que hacer concesiones, y que no se excluye a nadie de las conversaciones. Una vez terminados los contactos previos, y entrados en la verdadera negociación, Ucrania, Europa “y otros” estarán en las consultas. Si no por otra cosa, en el caso europeo, porque mantiene sanciones contra Rusia. Waltz subrayaba que Washington está en contacto diario con líderes europeos.

Timothy Snyder, profesor de Relaciones Internacionales en Yale y autor del ensayo Sobre la Tiranía, alertaba en la red social X sobre el desequilibrio en términos de historial en conversaciones internacionales de las dos delegaciones en Riad: “el equipo estadounidense apenas tiene experiencia en negociaciones internacionales de alto nivel, carece de experiencia regional sobre Ucrania y Rusia y le faltan idiomas extranjeros relevantes. Algo que, por decirlo suavemente, no le pasa a los rusos”.

Poco a poco emerge qué es lo que Trump tiene en mente, más líneas maestras que un plan en sí. En Riad, Waltz indicaba que las negociaciones de paz abordarán cuestiones de “territorio” y “seguridad”. Sumadas a declaraciones previas de la Administración republicana, se deduce que Zelenski tendría que renunciar a parte del territorio ocupado; a cambio, la Ucrania resultante recibiría garantías de seguridad. Entre ellas, probablemente, el despliegue de una fuerza europea sobre la que Trump dice estar “completamente a favor”. Pero la duda es si contaría con apoyo de las fuerzas estadounidenses en caso de necesidad. El presidente reiteraba este martes que no piensa desplegar tropas y la seguridad de Ucrania es un problema europeo: “nosotros tenemos un océano de por medio”.

No todos están convencidos en Washington. Ni siquiera en el propio Partido Republicano. El presidente del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, Roger Wicker, advertía en declaraciones a la cadena de televisión CNN que “no” se debe confiar en Putin. “Es un criminal de guerra que debería estar en la cárcel el resto de su vida, si es que no se le ejecuta”, opinaba, al advertir que los rusos intentarán “cualquier cosa para conseguir ventaja”. Sobre la ausencia de Ucrania y Europa de las negociaciones, sostenía: “no sé cuál es el plan. Es posible que haya una estrategia detrás de todo esto”, aunque matizaba que para conseguir un “resultado justo” Kiev tendrá que participar.

Fuente: Noticia original

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