La audiencia de Marco Rubio en el Senado reveló las líneas generales de la política exterior de EE.UU. que promete ser disruptiva y controvertida
Por Daniel Zovatto
Radar Latam 360
La audiencia de Marco Rubio ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado ha dejado al descubierto no solo su perfil como futuro secretario de Estado de la administración Trump, sino también las líneas generales de una política exterior que promete ser disruptiva y controvertida.
Bajo la consigna de “América Primero”, el enfoque planteado rompe con los principios que han guiado a Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, marcando un giro hacia un pragmatismo calculador que prioriza el poder y los intereses sobre los valores universales.
Un perfil conocido en medio de la incertidumbre
A diferencia de otros nominados de Trump, cuya falta de experiencia o posturas radicales han generado tensas audiencias, Rubio recibió una recepción cordial. Como señaló The Washington Post, los demócratas parecían aliviados de tratar con un político conocido y experimentado. Su historial en los comités de Relaciones Exteriores e Inteligencia del Senado refuerza la percepción de un legislador dedicado a los detalles de la política exterior. Sin embargo, su posición estará limitada por una serie de embajadores y enviados especiales designados por Trump, como Mauricio Claver-Carone para América Latina, lo que podría reducir su margen de maniobra en áreas clave.
Prioridades y conflictos: México, Haití, Venezuela
Rubio delineó varias prioridades de la política exterior de la próxima administración, comenzando con la controvertida propuesta de designar a los cárteles mexicanos como “organizaciones terroristas”. Esta medida, presentada como una respuesta al flujo de drogas y migrantes hacia Estados Unidos, plantea tensiones diplomáticas importantes, pues podría justificar el uso de la fuerza militar contra un socio estratégico como México.
En Haití, Rubio sugirió que la crisis de seguridad no será resuelta mediante una intervención militar estadounidense, sino a través de un esfuerzo multinacional. Este enfoque, que da continuidad a las políticas actuales del presidente Biden, parece un intento por evitar un compromiso directo que podría ser políticamente costoso.
En cuanto a Venezuela, Rubio criticó duramente a la administración Biden por, según él, haber sido “engañada” por Nicolás Maduro, quien habría utilizado licencias petroleras para fortalecer su régimen mientras incumplía su promesa de elecciones libres. Este señalamiento refuerza la postura de línea dura de Rubio hacia la dictadura venezolana, alineada con los intereses estratégicos de Estados Unidos en la región.
El pragmatismo como arma de doble filo y los casos de Cuba y Panamá
El pragmatismo que caracteriza el enfoque de Rubio y la administración Trump también tiene implicaciones complejas en otros frentes. Rubio mostró cautela al abordar el levantamiento de la designación de Cuba como estado patrocinador del terrorismo por parte de Biden, sugiriendo que las políticas actuales podrían ser reversibles.
Su retórica refuerza una visión de América Latina como un tablero estratégico donde prevalece la acumulación de influencia y el enfrentamiento a los adversarios tradicionales.
Otro ejemplo de este pragmatismo es su comentario sobre el Canal de Panamá, un tema sensible tras las amenazas de Trump de querer “recuperarlo”. Aunque Rubio evitó comprometerse, su insinuación de que los términos del tratado podrían haberse violado introduce un elemento de incertidumbre en la relación con un socio clave como Panamá.
¿Hacia una política exterior sin valores?
El enfoque de “América Primero” parece cimentarse en una visión de las relaciones internacionales como un juego de poder, donde los valores universales y las instituciones multilaterales, como la ONU, ocupan un papel secundario.
Esto si bien podría fortalecer el liderazgo estadounidense en el corto plazo, también conlleva riesgos significativos. Al priorizar el pragmatismo sobre los principios, Estados Unidos podría erosionar la confianza de sus aliados y abrir espacio para que potencias como China y Rusia busquen dominar el terreno diplomático global.
Por su parte, si bien la confirmación de Marco Rubio como Secretario de Estado parece inevitable, su desempeño podría encontrar límites impuestos por una administración que busca redefinir el papel de Estados Unidos en el mundo.
Además, pese a que Rubio cuenta con la experiencia y el conocimiento para liderar, su capacidad de influir dependerá de cuánto espacio le conceda una política exterior diseñada desde la Casa Blanca con prioridades que, aunque pragmáticas, podrían socavar la posición global de Estados Unidos a largo plazo.
La pregunta central es si este enfoque de la nueva política exterior norteamericana puede garantizar estabilidad y paz o si, por el contrario, llevará al mundo a un caos geopolítico en el que el poder se imponga sobre los principios.
Para The Economist, “El segundo mandato de Trump no solo será más disruptivo que el primero; también reemplazará una visión de política exterior que ha dominado a Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial”.
Solo el tiempo dirá si esta apuesta por “América Primero” cumplirá sus promesas o si será recordada como un giro hacia el aislacionismo disfrazado de pragmatismo estratégico.
Resumiendo: Pese a todos estos indicios, lo cierto es que de
momento no hay claridad acerca de cual será el enfoque de la política exterior que Trump aplicará a la región en general y a las dictaduras latinoamericanas en particular: ¿una de tipo general o una diferenciada por las especificidades nacionales? ¿una de mano dura en defensa de principios o una de tipo transaccional basada en el poder y en la protección de intereses?
El lunes 20 de enero regresa Trump a la Casa Blanca y a partir de ese momento comenzaremos a tener más información concreta para ir afinando el diagnóstico y empezar a dar respuestas a muchos de estos interrogantes.
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