Alfredo Merino Madrid
Actualizado
Joana Vasconcelos entra pisando fuerte en el Palacio de Liria. Un par de enormes zapatos fabricados con brillantes cacerolas de aluminio ocupan el centro del salón de baile. Es Marilyn, obra realizada en 2011 en homenaje a la actriz estadounidense, que guarda reminiscencias con el popular cuento La Cenicienta, pero que es mucho más.
«Son los zapatos que utilizó Marilyn Monroe cuando fue a Vietnam para actuar ante las tropas americanas. Son los zapatos que ha abandonado una princesa antes de salir corriendo», explica Vasconcelos. Con esta pieza la artista portuguesa reivindica el papel de la mujer con un punto ácido de humor: «Simbolizan el doble papel de las mujeres contemporáneas y sus dificultades, el de encargada de las tareas domésticas y el de la profesional que trabaja».
La residencia madrileña de la Casa de Alba añade estos días a sus exquisitos ropajes históricos una capa del más rabioso arte contemporáneo. Es Flamboyant, magna exposición que reúne más de 40 obras de la reconocida creadora portuguesa. Intervenciones que establecen un diálogo entre el arte contemporáneo y las obras de grandes maestros como Velázquez, El Greco, Goya, Rubens y Tiziano.
Instalación con pelucas.JJ GUILLÉNEFE
A pesar de haber realizado exposiciones en el Palacio de Versalles y el Pitti de Florencia, Vasconcelos se mostró exultante en la presentación de esta muestra. «Nunca he podido hacer esto en los otros palacios, porque estaban deshabitados; estaban musealizados, carecían de una estructura íntima y familiar como éste», señaló.
Para sus sorprendentes instalaciones a Vasconcelos le vale todo: tejidos de ganchillo, azulejos, cristales tallados, peluches, tampones, teléfonos desusados, pan de oro, cubiertos de plástico, leds, moda de alta costura, llantas de coches… objetos todos tan cotidianos como impensables.
Aunque reúne obras icónicas de la artista, ésta no es una exposición antológica sin más. El concepto que acarrea cada obra tiene que ver con las salas en las que se ubican, algunas de las cuales se abren por primera vez al público. «Hemos preparado esta exposición durante más de un año. Dentro de estas estancias, mis obras reinterpretan la historia y enriquecen su comprensión», explica Vasconcelos, en cuyo taller lisboeta de más de 3.000 metros cuadrados trabajan 50 ayudantes.

Un langostino ‘vestido’ de crochet.JJ GUILLÉNEFE
Ilumina la biblioteca una colosal lámpara adornada con cientos de pendientes plásticos de flamenca. Se llama Carmen y es un homenaje a la ópera de Bizet. En una vitrina a sus pies se conserva la carta manuscrita que escribió a la condesa de Montijo Prosper Merimée, explicándole que empezaba a escribir la novela homónima que más tarde Georges Bixet adaptó a ópera.
El ganchillo es uno de los materiales preferidos de Vasconcelos. Con esta artesanía Joana puede cubrirlo todo. Lo muestran varias de las piezas de la exposición. Como los dos leones que flanquean la escalera principal del palacio. Forrados con este tupido tejido de color negro, son los vanguardistas herederos del león africano que el duque de Alba tuvo hace tiempo campando a su aire por los jardines.
También el piano que luce en el salón de música. «Yo no toco el piano, pero lo intervengo. Lo he vestido con ganchillo hecho por artesanas de las Azores. No impide que pueda seguir tocándose, pero le protege y le da una nueva identidad que lo convierte en obra de arte», asegura la artista.

Un bebé de ganchillo.JJ GUILLÉNEFE
Flaming Heart, corazón de tejidos ardientes, cuelga de la cúpula de la capilla de palacio como símbolo del amor y la familia. En el comedor ducal se han servido langostinos de ganchillo y un corazón palpitante, hecho con miles de cubiertos de plástico negro -«el color característico de la corte española en el Siglo de Oro», detalla Vasconcelos- danza al ritmo del fado que suena en la sala donde cuelgan obras de El Greco y Zurbarán.
En el salón Goya se exhibe una de las piezas más originales de la exposición. De la forma inconcreta de Perruque, brotan llamativas pelucas. Tiene que ver con la pintura que hizo Goya a la Duquesa de Alba, que cuelga al lado de la instalación. «Es un homenaje a la libertad de las mujeres que representa este cuadro, en el que Goya pintó a la Duquesa de Alba con el pelo suelto, en un tiempo que las mujeres estaban obligadas a usar pelucas», comenta la artista.
Instalaciones que descontextualizan los utensilios más cotidianos, obras formadas por elementos de andar por casa que la magia de la artista convierte en creaciones ante las que es imposible quedar indiferente. Joana Vasconcelos se sirve de ellos para bajar a la calle la tantas veces demasiado elevada cultura y, de paso, arrancar una sonrisa con su ironía.
Fuente: Noticia original