Imagina una ciudad que simbolizaba poder, sofisticación y grandeza. Así era Persépolis, la capital ceremonial del Imperio Persa fundada por Darío I el Grande en el año 518 a.C. Diseñada para ser un epicentro administrativo y religioso, Persépolis destacaba por su imponente arquitectura y rica ornamentación, consolidándose como una de las ciudades más impresionantes del mundo antiguo.
Con enormes palacios como la Apadana, donde se celebraban festividades como el Noruz, Persépolis no solo era un símbolo de autoridad política, sino también de unidad cultural y espiritual en el vasto Imperio Aqueménida.
Sin embargo, el esplendor de esta ciudad no duró para siempre. En el año 330 a.C., el destino de Persépolis cambió para siempre cuando Alejandro Magno, el legendario conquistador macedonio, decidió reducirla a cenizas.
La caída de Persépolis: Un acto de venganza y embriaguez
El saqueo de la ciudad
La entrada de Alejandro Magno en Persépolis marcó un punto de inflexión en su campaña militar. Según crónicas históricas, a diferencia de otras ciudades conquistadas como Babilonia, el macedonio permitió a sus tropas saquear la ciudad con extrema violencia.
Este saqueo no solo significó la pérdida de tesoros incalculables, sino también un profundo golpe para la población persa. National Geographic detalla que la invasión de Persépolis costó la vida de miles, generando caos y suicidios masivos entre sus habitantes.
¿Por qué Alejandro destruyó Persépolis?
Aunque Alejandro solía preservar las ciudades conquistadas para aprovechar sus recursos, su decisión de incendiar Persépolis ha sido objeto de debate entre los historiadores.
Algunas teorías sugieren que el saqueo y la destrucción fueron formas de recompensar a sus soldados tras una dura batalla. Otras apuntan a la influencia de una joven llamada Tais, quien, en medio de un banquete, sugirió incendiar los palacios como venganza por la destrucción de Atenas a manos de Jerjes, 150 años antes.
La noche que ardió Persépolis
Según relatos de historiadores como Plutarco y Diodoro Sículo, la destrucción de Persépolis fue un acto impulsivo motivado por el alcohol y la sed de venganza.
Esa noche, Alejandro y sus generales celebraban en el palacio de Jerjes tras un sacrificio solemne en honor a Zeus. En medio de la embriaguez, Tais convenció a Alejandro de incendiar los palacios para vengar la afrenta griega.
Aunque algunos de sus generales, como Parmenión, intentaron detenerlo, la decisión ya estaba tomada. Los soldados macedonios recorrieron la ciudad, prendiendo fuego a sus majestuosos edificios. Lo que una vez fue la joya del Imperio Persa quedó reducido a escombros.
El arrepentimiento de Alejandro
Distintos relatos sugieren que Alejandro se arrepintió posteriormente de su acto, reconociendo que había destruido un símbolo de civilización y cultura. Sin embargo, el daño ya estaba hecho, y la caída de Persépolis marcó un punto clave en su campaña militar.
Persépolis: Testigo eterno de la historia
A pesar de su destrucción, Persépolis sigue siendo un recordatorio tangible del esplendor del Imperio Persa y del impacto de las guerras en la humanidad. Hoy, sus ruinas, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, atraen a visitantes de todo el mundo que buscan conectar con su historia y reflexionar sobre las lecciones del pasado.
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