Cientos de millones de dólares en alimentos y medicinas esperan varados en puertos de todo el mundo. Programas de inmunización frente a la tuberculosis, la malaria o el tratamiento del VIH han sido interrumpidos. Clínicas de salud reproductiva y equipos de respuesta rápida frente a enfermedades contagiosas como el ébola han cerrado súbitamente. Y las ayudas de dinero en efectivo para los refugiados se han secado de la noche a la mañana. La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de congelar la ayuda exterior estadounidense como paso previo al probable desmantelamiento de USAID, la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional, ha desatado el caos en el mundo de la cooperación humanitaria. La vida de millones de personas en Sudán, Malawi, Colombia o Afganistán pende más que nunca de un hilo.
USAID es el principal donante de ayuda humanitaria del mundo, con una contribución que, en 2023, alcanzó los 63.000 millones de dólares. La agencia opera en 130 países, apoyándose en un sinfín de oenegés locales, algunas de las cuales ya se han visto obligadas a cerrar tras recibir notificaciones de cese inmediato de sus operaciones por falta de fondos. Y no solo se encarga de dar respuesta a las emergencias generadas por los conflictos armados o las catástrofes naturales, también trabaja en proyectos de desarrollo a largo plazo para combatir la pobreza, los efectos del cambio climático, el tráfico de personas o la prevención de epidemias. Factores que han convertido también a USAID desde su creación en 1961 en uno de los puntales del poder blando de EEUU.
Todo eso está ahora seriamente en peligro por los planes de Trump para reducir los costes y el tamaño del Gobierno federal, una empresa liderada por Elon Musk, quien ha definido a la agencia como «una organización criminal». USAID recibe menos del 1% del presupuesto anual de EEUU, por debajo de lo que destinan otros países a la cooperación, pero su desmantelamiento es parte de la cruzada ideológica del trumpismo contra el «globalismo», el «woke» y todo aquello que no encaje en su visión reduccionista del ‘América primero’.
Despidos masivos y cierre de la web
Hace solo unos días Trump dijo que la agencia «está dirigida por un puñado de lunáticos radicales«. «No quiero que mis dólares vayan a esa mierda», apostilló. De momento, ha despedido a más de medio centenar de altos cargos de la agencia, ha cerrado sus webs y el viernes puso en baja administrativa (el paso previo al despido) a casi toda la plantilla. Solo 290 «trabajadores esenciales» de sus más de 14.000 empleados siguen trabajando, según ‘The New York Times’. «La situación es nefasta. Todavía nos siguen pagando, pero no hay nada que hacer porque han cerrado todos los programas», asegura a este diario desde Washington uno de los funcionarios de USAID. A aquellos desplegados en el extranjero, se les ha dado 30 días para volver a casa. Trump confirmó esta semana que su plan es «cerrar» la agencia.
«No tengan dudas sobre lo que significará el hachazo de Trump y Musk: terror y hambre, muchos morirán», ha escrito el exprimer ministro británico, Gordon Brown, ahora enviado especial de la ONU para la educación global. Solo en Afganistán, la desaparición de la ayuda estadounidense, «se traducirá en 1.200 muertes maternas adicionales y 109.000 embarazos no deseados» en los próximos tres años, según ha advertido la agencia de Naciones Unidas para la salud sexual y reproductiva.
El impacto ha empezado a resonar alrededor del mundo. En Sudán, escenario actualmente de la mayor crisis humanitaria, toneladas de medicinas han quedado abandonadas en los almacenes de la oenegés que trabajan con USAID, según ‘The New Humanitarian’, al igual que en la República Democrática del Congo, donde se ha recrudecido recientemente el conflicto. Ha cesado la entrega de asistencia alimentaria en un sinfín de colegios africanos, los programas contra la malaria en Uganda o la distribución de tratamientos contra la viruela del mono. También se han paralizado las labores de desminado en Asia o la ayuda a los refugiados rohinyá en Bangladesh.
Médicos Sin Fronteras advirtió hace unos días que la ayuda estadounidense no podrá ser reemplazada a corto plazo. El año pasado EEUU financió el 47% de los llamamientos de la ONU para hacer frente a emergencias, todo ello en un año particularmente malo en que no logró cubrir ni la mitad de esos requerimientos. «Cada vez hay menos cobertura financiera y más conflictos armados y catástrofes naturales, lo que se traduce en un enorme sufrimiento para la gente más vulnerable del planeta», asegura una veterana cooperante española que prefiere hablar de forma anónima. «Cuando se aprueba un proyecto tiene la misma validez que un contrato para ambas partes. Me sorprende que en un país tan legalista como EEUU se puedan cancelar tantos proyectos de la noche a la mañana. Tendrá consecuencias inmediatas y mucha gente morirá», añade la cooperante.
Golpe a la influencia de EEUU en el mundo
Desde el seno de USAID, algunos de sus trabajadores se están movilizando para animar a la ciudadanía a escribir y llamar a sus representantes republicanos para que presionen a Trump en contra del cierre, según las fuentes consultadas. Y desde el Partido Demócrata se insiste en que USAID es una agencia independiente, lo que significa que solo el Congreso tiene autoridad para cerrarla o financiarla. Pero nada de eso parece preocupar a la Casa Blanca, que aspira a convertirla en un pequeño departamento a las órdenes del Departamento de Estado.
Lo que está claro también es que será un golpe severo para el poder blando de EEUU en el mundo, el nombre que recibe la influencia geopolítica ganada a base de proyectos humanitarios, culturales, diplomáticos o todo lo que huela a persuasión. Rivales como China o Rusia ya han celebrado las medidas adoptadas por Trump. «Vaciar la agencia y estrangularla hasta su extinción es equivalente a renunciar a una herramienta clave o a desarmarnos unilateralmente en un momento de creciente competencia geopolítica para las alianzas globales», escribió hace unos días el Center for Strategic and International Studies, un influyente laboratorio de ideas con sede en Washington. «Ni nos aporta seguridad ni nos deja bien colocados para influenciar al mundo en la buena dirección».
Suscríbete para seguir leyendo
Fuente: Noticia original