La visión de la soledad no deseada ha variado mucho desde principios de 2018 cuando el Gobierno de Reino Unido creó una Secretaría de Estado para abordar este creciente desafío sociosanitario. Entonces se ponía el foco en la soledad que acompaña al envejecimiento y en … los numerosos problemas de salud que ocasiona (enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, alteraciones de salud mental, malnutrición o caídas) y que incrementan el riesgo de muerte en un 26%. Entre sus causas se mencionaban la vulnerabilidad personal por razones de discriminación, desigualdad, pobreza, violencia o enfermedad mental y el cambio en el modelo de relación familiar. Dos años después llegó la Covid, que hizo visibles muchos casos y puso a la soledad en el centro de las miradas políticas, sociales y médicas.
Hasta entonces, la imagen de la soledad era la de una persona anciana mirando por una ventana o sentada en un banco del parque. Hoy, esta imagen se amplía hasta abarcar a bebés carentes de figuras de apego, niños llorando en un rincón del patio del colegio, jóvenes abducidos por el móvil, enganchados a las redes sociales y mujeres sentadas en el suelo con el rostro cubierto. Es decir, la soledad es transversal y es más apropiado hablar de soledades.
No existen soluciones simples para un reto que requiere acciones multidisciplinares
Esta realidad que permanecía oculta es muy preocupante. La soledad es frecuente en niños y adolescentes de la mano del abandono, el abuso y el acoso, todos ellos exacerbados por las redes sociales y las pantallas. Se estima que afecta a un tercio de la juventud, una juventud escasa, pobre, sin techo, sin salarios dignos, dependiente y desesperanzada. La soledad es también compañera dolorosa de mujeres sometidas a violencia machista en cualquiera de sus formas. Y, como las familias de Ana Karenina, cada uno la vive a su manera, aunque el sufrimiento una a todas ellas.
La soledad es un problema de gran complejidad para ser sometido al escrutinio de la ciencia. En su origen interactúan numerosos factores. Además, su estudio empírico está limitado por la falta de datos esenciales, como una definición concreta, sistemas objetivos de cuantificación, estudios aleatorizados a largo plazo e indicadores para evaluar la eficacia de decisiones políticas o de salud pública. No obstante, hay propuestas institucionales para aliviar la situación. Para muchos la solución pasa por la prevención y la identificación precoz, lo que se traduce en campañas de sensibilización que abran el foco y muestren la amarga cara de la soledad, programas pedagógicos en escuelas, programas de formación para cuidadores y una interacción entre médicos de atención primaria y grupos de trabajadores sociales, prestando especial atención a los más vulnerables y en riesgo de exclusión social. Hay también iniciativas intergeneracionales con jóvenes solos acompañando a ancianos solos y se insiste en la necesidad de acondicionar espacios urbanos amables. El gerourbanismo será término de uso común en los próximos años.
La soledad es un gran reto que interpela a toda la sociedad y con muchas cuestiones abiertas. ¿Es una enfermedad o un síntoma de la sociedad actual? ¿Es consecuencia del aislamiento en el que nos han sumido las redes sociales y las series? ¿Influye la genética? ¿Por qué aumenta tanto su prevalencia si la estructura de las conexiones sociales no ha cambiado y se han incrementado los servicios sociales? ¿Basta con medidas para mejorar la salud mental y fomentar la conectividad? ¿Debe involucrarse al médico de atención primaria, a trabajadores sociales y a los jóvenes que se sienten solos ofreciéndoles un empleo fijo con un salario digno? ¿Se creará una ventanilla sociosanitaria única que ofrezca soluciones rápidas y eficaces a este drama? En cualquier caso, conviene no caer en la demagogia populista: No existen soluciones simples para un problema tan complejo y que requiere actuaciones multidisciplinares y un abordaje integral. Todo merecerá la pena, porque una soledad evitada o aliviada es un triunfo de toda la sociedad. Arrancar una sonrisa de una persona sola no tiene precio.
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