Durante el primer mandato del presidente republicano no faltaron problemas y retos globales, desde la guerra comercial con China a la peligrosa falta de respuesta conjunta a la pandemia. Pero en el nuevo período de gobierno que se inaugura esta semana, Trump se encontrará con … un panorama aún más complicado. El mundo basado en normas y organizado a través de instituciones multilaterales, con todas sus imperfecciones y limitaciones, empieza a ser un recuerdo del pasado. Avanzamos hacia un orden (o más bien desorden) plagado de incertidumbres y rivalidad, en el que el uso de la fuerza o su amenaza están más presentes.
Al magnate republicano no le interesa especialmente la política exterior y sus electores están cansados de guerras impopulares (Irak, Afganistán), muy costosas en vidas y dinero. Trump es favorable al aislacionismo, como muchos de sus antecesores, empezando por el propio George Washington.
No obstante, es muy posible que Trump se involucre a fondo en Oriente Medio. Ya lo ha hecho con la consecución de un alto el fuego en Gaza. Aspira a completar el trabajo empezado con los acuerdos de Abraham, que normalizan la relación de Israel con sus vecinos árabes. No quiere ser menos que Barack Obama y busca recibir también el Premio Nobel de la Paz.
El otro ámbito en el que probablemente veremos a un Trump activo será la confrontación con China. Los llamados «halcones» del partido republicano no están dispuestos a que su país ceda la hegemonía global a la superpotencia asiática, asertiva y nacionalista. Xi Jinping quiere pasar a la historia por haber recuperado Taiwán. Al líder chino se le acumulan los problemas domésticos, lo que podría llevarle a acelerar sus planes para poner fin a la democracia en Taipei: derrumbe del sector inmobiliario, intervencionismo estatal ineficaz, protestas de minorías y jóvenes, corrupción y fracaso de la política covid cero.
El plano internacional es el ámbito en el que Trump puede causar más destrozos, por acción y por omisión. Antes de jurar el cargo, ha improvisado amenazas a sus vecinos y aliados, envuelto en una fascinación por los líderes fuertes de las peores dictaduras.
Elon Musk, su primer ministro de facto, ha estado muy presente en la preparación del segundo mandato. Sin importarle los conflictos de intereses, seguirá intentando hacer avanzar sus intereses empresariales y sus ideas tecno-optimistas sobre el futuro de la humanidad. Europa tendrá que aprender a vivir a veces con la indiferencia y otras con la hostilidad de Washington. Pero también deberá encontrar la forma de cooperar con un aliado del que no puede prescindir.
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