—En “La impetuosa irrupción del sur”, un interesante libro que acaba de publicar junto a Juan Tokatlian, plantea que Asia, América Latina y África ganan protagonismo en un mundo fragmentado. ¿Cómo se definirá ese protagonismo en medio de lo que podríamos denominar como el superprotagonismo que ahora promete Donald Trump tras asumir este segundo mandato, marcado por la búsqueda de una nueva era de hegemonía para Estados Unidos?
—Es difícil asumir que el sur global tendrá una postura frente a la competencia entre China y Estados Unidos, y frente al regreso de Trump a la Casa Blanca. Algunas encuestas de opinión que examinan la opinión pública en países del sur global muestran, curiosamente, algo de optimismo. Es mesurado, pero es algo de optimismo en torno al regreso de Trump. ¿Por qué ese optimismo? Porque muchos en el sur global sostienen que en las últimas décadas, los países centrales, los países del norte global, mostraron una dosis importante de hipocresía y de doble estándar. Ya sea frente al comercio, frente al cambio climático, frente a los derechos humanos o frente a la promoción de la democracia. Y les parece refrescante que venga un líder que no tiene hipocresía, que dice las cosas como son y que básicamente tiene una lógica transaccional y que en esa lógica transaccional se pueden entender con Trump.
—En “Más allá de Bush. La estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos en la era unipolar”, un trabajo publicado en el contexto de la nueva reconfiguración mundial tras la caída de las Torres Gemelas y el indiscutido ascenso de Estados Unidos, usted presenta un grupo de críticas centradas en la estrategia y las posibilidades de que la unipolaridad perdurara, más allá de aquella administración de George Bush. ¿Qué similitudes y qué diferencias encuentra en aquél gobierno de Bush y este de Trump, ambos marcados por la manifiesta pretensión de unipolaridad?
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—Es una buena pregunta. La reacción de Estados Unidos a los ataques del 11de septiembre despierta una visión más imperial de Washington y una presidencia más imperial. Con una narrativa detrás que sostenía la postura de los neoconservadores. Y en esa narrativa de los neoconservadores estaba muy fuerte la idea de llevar la democracia y la construcción de Estados, la idea de la promoción de la democracia, principalmente, en Medio Oriente y Asia Central. En este gobierno de Trump, en cambio, yo no veo una mirada civilizatoria. No veo una mirada de cambio. Veo un gobierno al que le interesa muy poco promover la democracia y los derechos humanos. Veo un gobierno que, sí probablemente tenga una actitud imperial, pero no en términos de valores, sino en términos de seguridad y de prosperidad. Me parece que en esos años de Bush hijo, no estaba para nada claro que la competencia era con China, que la competencia estratégica y geopolítica era China.
—En un muy inteligente paper, que escribió hace ya más de una década, titulado “Identidades (in)válidas. El uso del ‘otro’ en política exterior”, ofrece una revisión crítica de dos conceptos y sus vinculaciones recíprocas: “identidad” y “política exterior”. A la vez que analiza la construcción de la identidad a partir de un discurso westfaliano de relaciones internacionales, que estructura el campo de acción en torno a un adentro y un afuera. ¿Qué puede decir, en ese sentido, sobre la reedición del “otro”, ya sea inmigrante, musulmán, latino, africano, en los nuevos conceptos de polarización que la política exterior asume en un gran colectivo de gobiernos de extrema derecha que cobra fuerza en el mundo?
—Me parece que es una pregunta fundamental. Y por un lado, ilustra el hecho de que la división entre “nosotros” y “ellos” sigue siendo una característica estructural de la política internacional. En la única instancia en donde podría haber un “nosotros”, literalmente articulado en la comunidad internacional, sería frente a un evento catastrófico a nivel planetario o una invasión extraterrestre. Pero, eliminando esos escenarios tan poco probables, es muy difícil pensar en un “nosotros” a nivel global. En la práctica las identidades se constituyen en relación a un otro inferior, superior, distinto o similar. Y lo que veo en los partidos de derecha que se mencionan en la pregunta, o en colectivos de derecha muy articulados a nivel transnacional en Estados Unidos, en América Latina, y principalmente en Europa, es decir, es un fenómeno occidental, ahí sí se aprecia esta redefinición de un “otro” que es amenazante.
—En “Argentina y un mundo fragmentado”, advierte que la fragmentación geopolítica, la erosión del orden económico internacional y la aceleración de la transición energética demandan que Argentina tenga una política exterior renovada, por lo que, se necesita estabilizar la economía, retomar el crecimiento y diseñar una política exterior que sea el brazo externo de una política de desarrollo. En muchos aspectos, Milei está transformando la política exterior argentina. ¿Qué es lo que usted más valora y lo que usted más cuestiona de la política exterior de Javier?
—Valoro dos cosas. Valoro la decisión de Argentina de ingresar a la OCDE. También valoro el acuerdo Mercosur-Unión Europea. Por el lado del Mercosur, veo que si esto no salía, entonces no salía nada, y las chances de una disolución del Mercosur, de un estancamiento permanente, eran altas. ¿Es el mejor escenario el acuerdo? Me parece que no. ¿Hay algo mejor? Me parece que tampoco. ¿Qué es lo que cuestiono? Todo lo demás. La política exterior de Milei se impulsa en la batalla cultural y eso es negativo. Es negativo para este gobierno y negativo para el país en general. Es la política exterior de un halcón en un país que no tiene los recursos para hacer eso. Es una política exterior miope y parroquial, que apunta a emitir señales a un grupo de líderes de derecha en donde Milei ya se siente cómodo. Pero eso no es la mayoría del mundo y no es cómo funciona el multilateralismo.
—Esta sección se llama Agenda Académica porque intenta ofrecer a docentes e investigadores un espacio en los medios masivos de comunicación para que difundan sus trabajos. La última pregunta tiene que ver con el objeto de estudio: ¿por qué decidió especializarse en identidades políticas y política exterior, geopolítica, los derechos humanos, el cambio climático y la política internacional latinoamericana?
—A mí me apasiona conectar los puntos. Más que ser experto en puntos. Tengo una fascinación por entender los sistemas globales, tratar de entender los ecosistemas, tratar de entender las redes y cómo se conectan los distintos temas entre sí y cómo se conectan los distintos países en esos distintos temas. Me gustan más el todo que las partes.
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