CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- El sonido de una trompeta rompió el silencio. Luego, el resto de los instrumentos se unieron en armonía, llenando el ambiente de notas vibrantes. Pero lo más importante no fue la música en sí, sino lo que provocó: rostros que por un instante dejaron atrás la rutina del encierro, miradas que brillaron con una emoción distinta. La Banda de Música del Gobierno del Estado de Tamaulipas había logrado algo extraordinario: llevar esperanza a quienes más la necesitan.
Por primera vez en la historia del Centro de Ejecución de Sanciones (CEDES) de Ciudad Victoria, un concierto se vivió dentro de sus muros. Más de 250 personas privadas de la libertad (PPLs) fueron testigos de una presentación que incluyó melodías profundamente arraigadas en Tamaulipas, como “Tampico Hermoso”, “El Navegante” y “Victoria”, pero también éxitos de Selena Quintanilla, Queen, clásicos del rock, cumbias y mambos. La música hizo lo que mejor sabe hacer: tocar el alma.
Carlos Alberto Trejo García, director de la agrupación, reconoció que fue una de las experiencias más significativas en su carrera. “Estamos acostumbrados a tocar en plazas y teatros, pero aquí es diferente. Es un reto y, al mismo tiempo, un privilegio. La música tiene el poder de transformar, de dar un respiro, y hoy lo comprobamos”, expresó.
Este concierto fue posible gracias al programa “Raíces Tamaulipecas” del Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes (ITCA), con el respaldo de la Secretaría de Seguridad Pública de Tamaulipas (SSPT). Fernando Aguilar De la Garza, director del CEDES, destacó que esta actividad será la primera de muchas. “Es un orgullo ser pioneros en esto. La música puede cambiar ambientes, generar esperanza y fortalecer el proceso de reinserción”, afirmó.
A su vez, Juan Antonio Sánchez Ruiz, subsecretario de Ejecución de Sanciones y Reinserción Social, subrayó la importancia de que el arte y la educación lleguen a todos los sectores de la sociedad, incluidos los centros penitenciarios.
Cuando la última nota se desvaneció en el aire, los aplausos no se hicieron esperar. No era solo gratitud, era algo más profundo: un momento de libertad dentro del encierro. Porque quizá los muros sigan ahí, pero la música ya había hecho lo suyo.
Por. Raúl López García
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