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Torres-Remírez | @jostorresremrez
Pocas veces los trabajos académicos llegan al gran público, pero la Editorial Cátedra nos acerca el libro “Infancia y Cine en la larga Transición Española” de la profesora estadounidense Sarah Thomas. Antes de introducir el libro hay que aclarar que los ensayos y más los que conllevan una investigación académica, están alejados de los que comúnmente se suelen leer o solemos encontrar en las librerías. Son escritos que defienden una tesis y buscan argumentos dentro de la propia academia y, muchas veces, los encuentran retorciendo el significado de las cosas.
La idea que nos lanza la autora en este ensayo es que el papel de la infancia en el cine de los setenta y comienzos de los ochenta en España escondía un significado muy profundo, un mensaje subliminal que los espectadores entendían sin saber que lo habían visto. Una hipotesis de partida muy relevante pero que adolece de ciertos problemas. El principal, el escaso número de películas escogidas para la muestra. El cine español era muy prolífero en esa época, por lo que quedarse con la escasa muestra de películas que decide Sarah Thomas es tramposo, ya que sólo escoge las que le sirven para defender su idea, olvidando películas tan importantes como: “Tristana” (1970) de Luis Buñuel, “Una vela para el diablo” (1973) de Eugenio Martín, “Beatriz” (1976) de Gonzalo Suárez o “La familia bien, gracias” (1979) de Pedro Masó. Todas películas que se podrían enmarcar en ese cine de la transición que bautiza la autora y que pueden ser considerados una vía reaccionaria o incluso, como en el caso de Suárez y Martín, tercera vía.
Otros de los problemas es la repetición del esquema más allá de las fronteras de los Pirineos. Los setenta fueron en Europa una época muy convulsa, llena de cambios en todos los aspectos. La revolución de los Claveles, la muerte de Franco, la crisis del petróleo, la aparición del grupo terrorista Baader-Meinhof, la muerte de Aldo Moro y la llegada al poder de Margaret Thatcher. El antiguo sistema político y económico moría y nacía algo que nadie sabía muy bien que era. Esas preocupaciones también se pueden vislumbrar en películas europeas de esa época como: “El amigo americano” (1977) de Wim Wenders, “El gato” (1971) de Pierre Granier-Deferre o “Ensayo de Orquesta” (1979) de Federico Fellini. Y sólo estoy enumerando algunas de las más conocidas, si fuéramos a un cine menos comercial podríamos encontrar más ejemplos.
Sarah Thomas pone el foco en cinco grandes cineastas como son Narciso Ibáñez Serrador, Carlos Saura, Antonio Mercero, Jaime de Armiñan y Víctor Erice
Sin embargo, a pesar de la crítica a su hipótesis de partida, el libro explora un cine que en nuestro país solemos darle la espalda, ya que nuestra cultura cinéfila suele eludir a nuestros grandes artistas y centrarse más en directores y producciones allende de nuestras fronteras. Sarah Thomas pone el foco en cinco grandes cineastas como son Narciso Ibáñez Serrador, Carlos Saura, Antonio Mercero, Jaime de Armiñan y Víctor Erice. Todos ellos ya desaparecidos menos Erice, al que el gran público le dio la espalda el año pasado en su regreso a la gran pantalla.
La labor de estudiar cineastas que ahora mismo son o están siendo olvidados es algo que hay que agradecerle a la autora y que a la par nos debería sonrojar. Vienen de fuera a mostrarnos lo que aquí se es incapaz de valorar. Incluso es aún más loable la labor de Thomas al tratar películas que hoy en día no son tan sencillas de encontrar como “El amor del Capitán Brando” (1974), “El nido” (1980), “Tobi, el niño con alas” (1978) o “El jardín de las delicias” (1970).
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Esta última parte del libro es la que más nos debe llamar la atención: estudiar la simbología y el atrevimiento de unas películas y unos cineastas que no suelen ser tratados. Conocer más de nuestro cine y de nuestra historia es el valor añadido que genera este ensayo universitario. A quien le guste el cine o a quien le guste la historia, disfrutará con este escrito más que con muchos otros libros más conocidos o más populares que siempre hablan de los mismos artistas y las mismas películas.
Por último, un libro tan concreto como es “Infancia y cine en la larga transición española” puede resultar tedioso a la vista de muchos que pasen en una librería, pero una vez que se abren sus hojas, no sólo engancha al lector, sino que le imbuye las ganas de revisitar (o de ver por primera vez) las películas que disecciona.
Fuente: Noticia original