En la nueva política de Trump para Europa el unilateralismo está a la orden del día

Este año, en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, un hombre dominó las conversaciones de algunas de las personas más ricas y poderosas del mundo: Donald Trump. La cumbre tuvo lugar pocos días después de su toma de posesión, pero lo que el regreso de Trump al poder significará para el mundo ha sido tema de debates y especulaciones en la élite gobernante durante al menos el último año.

Aunque es probable que el enfoque de Trump sobre la política internacional afecte a todo el mundo, muchos capitalistas están especialmente preocupados por lo que podría significar para Europa, continente que ha sido blanco de la ira de Trump tanto en su pasado mandato como en muchos de sus comentarios públicos sobre política comercial y militar previos a su regreso a la presidencia. El discurso de Trump en Davos (pronunciado de forma virtual) fue una primera señal de lo que puede deparar la relación entre Estados Unidos y Europa.

Retorno al unilateralismo

Trump apenas habló de política internacional en su discurso, centrándose en cambio en lo que considera el comienzo de “la edad de oro de Estados Unidos”. Desde presumir de su victoria electoral y de su serie de órdenes ejecutivas (decretos) hasta divagar sobre los transexuales y los inmigrantes, el discurso podría haber pasado fácilmente por uno dirigido exclusivamente a un público estadounidense, en lugar de a los magnates del petróleo y banqueros que llenaban la audiencia. Pero al decir tan poco sobre el resto del mundo, Trump dijo mucho. El unilateralismo está a la orden del día.

Trump y sus asesores describen su política unilateral como “paz a través de la fuerza”. La idea es que las coaliciones de socios en las que Estados Unidos se ha apoyado históricamente para dar forma al mundo actúan ahora como un obstáculo para las acciones estadounidenses. Trump y la extrema derecha consideran que es mucho más eficaz utilizar el poder económico y militar de Estados Unidos para actuar en solitario en la consecución de las prioridades de política exterior, aunque ello suponga un riesgo de tensión con los aliados.

En el primer mandato de Trump, esto se tradujo en su cuestionamiento o franca retirada de las instituciones que definieron la hegemonía estadounidense en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, como la OTAN, el Acuerdo Climático de París y la Organización Mundial de la Salud.

El apoyo a una política exterior de “paz a través de la fuerza” ha crecido entre sectores del capital tras el fallido intento de Biden de volver al enfoque tradicional y multilateral del liderazgo estadounidense. Después de todo, Biden dejó el cargo con el país empantanado en grandes conflictos militares en Europa y Oriente Medio, sin una salida clara.

Sin embargo, el unilateralismo de Trump no debe interpretarse como un deseo de abandonar los compromisos con Europa. Más bien, tratará con los países europeos como naciones individuales, negociando políticas comerciales y militares en términos estadounidenses. Como dijo el presidente durante un intercambio de preguntas y respuestas tras su discurso: “Intento ser constructivo. Me encanta Europa. Quiero a muchos países europeos. Pero el proceso [de tratar con la UE] es muy engorroso”.

Utilizando como ejemplo su intento de llegar a un acuerdo con una empresa en Irlanda, Trump puso en tela de juicio las numerosas normativas comerciales que defiende la UE. Y no es Trump el único que cuestiona estas normativas: su monólogo contra la UE fue provocado por una incisiva pregunta del consejero delegado de Blackstone Group, Steve Schwarzman, quien afirmó que “muchos de los empresarios europeos han expresado una enorme frustración con el régimen normativo de la UE”.

Como demuestra el auge de los movimientos de extrema derecha en toda Europa, existe una creciente demanda por parte de algunos sectores del capital europeo para que sus países den prioridad a los intereses nacionales y eviten la UE y otras instituciones multilaterales. Es probable que la presidencia de Trump potencie esta tendencia.

El presidente húngaro, Viktor Orban —que ha estado a la vanguardia de los movimientos autoritarios de derechas del continente— fue uno de los primeros líderes mundiales en felicitar a Trump por su victoria, calificándola de “victoria muy necesaria para el mundo”. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, otra importante dirigente de la extrema derecha en Europa, asistió a la toma de posesión de Trump, junto con una serie de políticos de derechas de países de toda Europa.

Otro pilar de la visión de Trump de un enfoque del comercio que dé prioridad a Estados Unidos es su llamamiento a las empresas para que se instalen en Estados Unidos, un llamamiento que hizo con franqueza:

Mi mensaje a cualquier empresa del mundo es sencillo: vengan a fabricar sus productos en Estados Unidos y les ofreceremos uno de los impuestos más bajos de cualquier nación del mundo. Pero si no fabrican sus productos en Estados Unidos, que es su prerrogativa, entonces, muy sencillamente, tendrán que pagar un arancel —diferentes cantidades, pero un arancel— que dirigirá cientos de miles de millones de dólares e incluso billones de dólares a nuestro Tesoro para fortalecer nuestra economía y pagar la deuda.

Como escribí el año pasado, Trump está influenciado por un sector de la derecha que busca reconstruir el poder de Estados Unidos eliminando las protecciones a los trabajadores, declarando la guerra a los sindicatos y permitiendo que las grandes empresas super exploten a los trabajadores estadounidenses de la misma manera que han cosechado enormes beneficios de la super explotación de los trabajadores chinos.

Esto se puede ver en el discurso de Trump a las empresas extranjeras, y en su relación con los hermanos capitalistas de la tecnología, sobre todo Elon Musk, pero también figuras poderosas que recientemente se han acercado a él, como Jeff Bezos y Mark Zuckerberg. Este sector del capital ha utilizado las innovaciones en tecnología como una forma de desarrollar nuevas formas de sobre explotación de los trabajadores, como los precarios trabajadores de logística de Amazon o los trabajadores de Tesla que son objeto de una fuerte represión sindical.

Trump apuesta por este sector para devolver a Estados Unidos a la vanguardia del crecimiento capitalista a través de condiciones cada vez más explotadoras para los trabajadores estadounidenses bajo el pulgar de empresas nacionales y extranjeras por igual. Sin duda, los capitalistas europeos frustrados por las regulaciones de la UE se están frotando las manos ante sus planes.

Fortalecer a Rusia y a la OTAN

De igual importancia para todos los que han estado especulando sobre la política exterior de Trump, es su enfoque de la seguridad europea que ha estado en desorden desde la invasión rusa de Ucrania en 2022. Se ha temido que Trump abandone directamente al gobierno ucraniano y a la OTAN. Algunos expertos liberales en Estados Unidos siguen viendo a Trump como un amigo, o incluso un agente, de Putin.

Dejando a un lado las teorías conspirativas sobre la relación de Trump con Rusia, era justo suponer que la política “America First” de Trump, podría llevarle a buscar un “acuerdo de paz” con Rusia que obligue a Ucrania a hacer algunas concesiones territoriales importantes.

Después de todo, Trump ha acusado sistemáticamente a los países de la OTAN de aprovecharse de Estados Unidos e incluso ha dicho públicamente que “animaría” a Rusia a atacar a los países de la OTAN que no pagan para que Estados Unidos los defienda. El enviado especial de Trump a Ucrania, Keith Kellogg, incluso ha elaborado un plan para poner fin a la guerra presionando a Putin y Zelensky para que negocien.

La extrema derecha considera cada vez más que la participación militar estadounidense en Europa es una distracción de otras regiones de importancia geopolítica, sobre todo Asia-Pacífico y el Ártico. Además, los planes de Trump de utilizar el ejército estadounidense para aplicar deportaciones masivas y “sellar” la frontera entre Estados Unidos y México implica un esfuerzo logístico extremo que el Comando Norte de Estados Unidos simplemente no tiene las fuerzas para llevar a cabo.

Pero el deseo de la extrema derecha de desplazar las fuerzas estadounidenses de Europa a otras regiones se complica por el hecho de que claramente no le interesa al imperialismo estadounidense permitir que Putin obtenga importantes concesiones geoestratégicas de su invasión de Ucrania. Trump puede buscar seriamente un acuerdo para poner fin, o al menos pausar la guerra, pero no aceptará ningún acuerdo que dé a Rusia más espacio que a Estados Unidos para dominar Europa del Este. Y actualmente Putin no tiene ninguna razón para aceptar un acuerdo de este tipo que daría a Estados Unidos un claro avance en Europa del Este.

Esta realidad ya está llevando a Trump a adoptar un enfoque más agresivo con el presidente ruso. Trump ya ha empezado a amenazar a Putin con sanciones si no negocia, y el borrador de Kellogg para las negociaciones ruso-ucranianas propone que si Putin se niega a negociar, Estados Unidos debería suministrar a Ucrania aún más ayuda militar.

En su discurso de Davos, Trump reafirmó este enfoque más duro. Cuando se le preguntó si el mundo puede esperar el fin de la guerra en Ucrania para el próximo año, Trump fue claro: “Tendrán que preguntarle a Rusia. Ucrania está dispuesta a negociar”.

Pero si Trump está dispuesto a adoptar un enfoque más agresivo con Putin, sigue viendo la necesidad de alejar el foco estadounidense de Europa. En este caso, su enfoque consiste en exigir que los países de la OTAN complementen la presencia estadounidense aumentando su propio gasto militar hasta el 5% de su PIB, una exigencia que planteó directamente en su discurso de Davos.

Como ya ha dicho antes, y en consonancia con el enfoque de mano dura que aplica a la política comercial, los países que no cumplan estas exigencias deben esperar ser castigados con medidas económicas y tal vez militares (aunque es más probable que las consecuencias militares sean una denegación del apoyo militar estadounidense que un ataque real de Estados Unidos).

Este enfoque de exigir a los países que cedan a los planes de la estrategia militar estadounidense ya se puede ver en las conversaciones de Trump sobre la compra de Groenlandia y las amenazas de tomarla por la fuerza.

De hecho, Europa ya se ha encaminado hacia el rearme como consecuencia de la invasión rusa. Desde Polonia, que ha duplicado su gasto militar, pasando por la entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN, hasta Alemania, el Reino Unido, Francia y otras grandes potencias, que están aumentando su gasto militar y considerando el reclutamiento militar obligatorio, el continente se precipita hacia la preparación de conflictos entre grandes potencias.

Crisis y lucha de clases por delante

Aunque es poco probable que Trump abandone de plano las relaciones de Estados Unidos con Europa, las mismas cambiarán drásticamente bajo el mandato de Trump. Las consecuencias de un cambio tan drástico en estas relaciones serán probablemente de gran alcance e impredecibles.

Destacados pensadores han argumentado que, en ausencia del liderazgo estadounidense del “viejo continente”, podría surgir cualquier número de crisis, desde China y Rusia aprovechando las divisiones hasta un retorno a la competición militar entre potencias europeas que desencadenó dos guerras mundiales. Como sostiene el analista geopolítico Hal Brands en Foreign Policy, el regreso de Trump transformará Europa:

Lo que es crucial comprender es que una Europa post-estadounidense sería fundamentalmente distinta de la Europa que hemos llegado a conocer. Los amortiguadores geopolíticos proporcionados por el poder de Estados Unidos y su paraguas sobre Europa habrán desaparecido. Volverá la incertidumbre desestabilizadora sobre el estatus y la seguridad. Los países ya no se sentirán tan seguros de poder garantizar su supervivencia sin recurrir a los comportamientos —acumulación de fuerzas militares, rivalidades intensas— que caracterizaron épocas anteriores. La Europa actual es el producto de una configuración de poder e influencia históricamente única y sin precedentes, creada por Estados Unidos. ¿Podemos realmente estar tan seguros de que las viejas malas costumbres no se reafirmarán una vez que se retiren las mismas salvaguardias que las han suprimido durante 75 años?

Sin embargo, en el análisis de Brands falta un factor muy importante que en su día determinó la política europea y que está empezando a resurgir: la lucha de clases.

Desde Francia hasta el Reino Unido, poderosos países europeos se han visto sacudidos en los últimos años por el retorno de la clase trabajadora como fuerza combativa en el centro de la política mundial.

Además, el movimiento por Palestina ha radicalizado a sectores enteros de estudiantes en toda Europa. Este auge de la lucha de clases se produce en un momento en el que los regímenes que dieron forma a la política europea, como los de Alemania y Francia, están implosionando y son incapaces de ofrecer una salida a las crisis a las que se enfrenta el capital europeo.

Ahora, Trump amenaza con enviar ondas de choque a través de las economías europeas y exige niveles históricos de rearme que requerirán austeridad para implementarse y que podrían radicalizar aún más a la emergente juventud antiimperialista.

En resumen, el futuro de Europa está abierto y Trump es un catalizador que amenaza con poner en marcha importantes acontecimientos internacionales. Los trabajadores, estudiantes y luchadores en los centros del imperialismo deben estar preparados para estos cambios y utilizarlos para avanzar en nuestras propias luchas contra la guerra, la miseria económica y el nacionalismo.

Fuente: Noticia original

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