La literatura a través de los ojos del escritor Guillermo Bernáldez no es dulce, ni edulcorada. Es aquel relato que al acabarlo sientes como si te hubieran pegado una bofetada. Es aquel que te hace tocar fondo, que rompe tu fragilidad y te hace sentir vulnerable. No desprecia las historias azucaradas, pero no son para él.
Profesor de filosofía de formación y escritor por vocación, asegura que desde muy pequeño ha estado rodeado de libros, incluso fue aprendiz en un taller de escritura. Siempre ha escrito, aunque no para nadie en especial. Sus diarios esconden historias que hoy se ha decidido a mostrar. La primera vez que sus textos vieron la luz fue en ‘Supervivientes del recuerdo’, una antología de relatos dramáticos que reúne obras de diversos autores. Ahora, publica su primera obra en solitario, ‘La belleza de las vacas’.
Al final, no dejan de ser historias inspiradas en la vida real. No todas son experiencias propias, algunas son de otras personas cercanas a él o simples anécdotas de lo que alguna vez fue. No obstante, eso solo es la base, el resto es pura ficción. Una vez que comienza a escribir, por muchas personas y vivencias que pueda haber detrás, esa historia ya no es suya, pertenece a la imaginación.
No rechaza la posibilidad de que las personas puedan sentirse reflejadas en aquello que escribe, todo lo contrario; sin embargo, “nadie va a decir esto me ha pasado específicamente”, ha comentado. A pesar de que utiliza vivencias personales, las somete a un contexto que consigue transformarlas, llegando incluso a tergiversar a los personajes, convirtiéndolas en ficción. En sus propias palabras: “yo no trato de contar una historia que he vivido, para mí eso no es literatura”. Al fin y al cabo, cuando escribe, trata de hacer ficción.
No habla de nadie, y a la vez de todos. Seguro que más de uno hemos sentido que hay una fuerza superior a nosotros, que nos guía sin darnos cuenta a nuestro destino, y cuando nos percatamos, ya es demasiado tarde para dar marcha atrás. Bernáldez sabe captar esa sensación a través de sus personajes, impulsados por una serie de fuerzas internas que los obligan a actuar sin que ellos, ni el lector, sean conscientes.
Y ahí es donde reside la conexión de la que Bernáldez ni siquiera se percató. Fue su editorial, Diversidad Literaria, la que le iluminó el punto de unión entre una historia y otra. Para él, sus personajes son muy diferentes, “puedo hablarte desde un personaje del oeste hasta de una familia marginal marcada por el alcoholismo”, ha explicado.
Eso sí, el vínculo que comparten cada uno de los relatos es su final. Puede ser sorpresivo o desconcertante, pero “al mismo tiempo, podía haber sucedido, estaba de fondo”, según ha comentado el autor. En ocasiones no te das cuenta de la historia que hay detrás hasta que haces una segunda lectura, que suele darse cuando el libro realmente merece la pena ser leído otra vez, algo que aspira experimentar con sus lectores.
No recomienda ningún relato en específico, es difícil elegir un favorito porque, como dicen las madres, “¿qué dedo no te cortas que no te duela?» Todos ellos se han escrito en momentos y etapas de su vida totalmente diferentes, y aunque es cierto que hubo una época en la que su inspiración proliferó en su máximo esplendor, no tiene preferencia por ninguno, ni por el del título. O eso decía en un principio porque, al final, recuerda con especial cariño aquellos que le hacen rememorar a algún amigo que, desgraciadamente, ya no está.
Sin embargo, se arrepiente de uno de los relatos que aparecen en el libro, en particular del segundo. No es que esté mal escrito, sino que en realidad no tenía intención de incluirlo. Surgió en su taller de escritura la idea de explorar la literatura erótica, lo que dio lugar a un relato “fuerte”, según él. Lo mandó por error, pero la editorial decidió meterlo por cuestiones de extensión. Y ahí se quedó.
Aun así, está muy orgulloso del resultado del libro. Las palabras para describirlo las tiene que pensar, pero finalmente cae. Es un libro para “los que piensan que la vida es monótona, es para una persona que busca cierta crudeza de la vida, un enfoque de la realidad”, ha sugerido. Su obra es para los que buscan aportar la intensidad que su vida no tiene a través de la ficción.
A pesar de sus historias duras, con un Robin Hood y un alcohólico de por medio, el libro está gustando bastante. De hecho, existe la posibilidad de una segunda parte de la que el nombre ni se sabe. Lo que sí tiene claro es que quiere lanzarse al mundo de la novela y, a su vez, prefiere que sus alumnos no lo lean. No quiere que lo relacionen con el libro. Para él, existen dos personas totalmente distintas: el Guillermo profesor y el Guillermo escritor, su yo más humano y vivencial que le da cierto pudor mostrar.
Su escritura muestra su lado más crudo y realista, es la que no le hizo ganador del concurso al que se animó a participar, pero sí la que le brindó la oportunidad de colaborar en una obra colectiva de relatos dramáticos que lo ha llevado hasta donde está ahora. Hoy regresa a su tierra natal, Sevilla, cargado de libros para repartirlos entre amigos, con la esperanza de que ellos y muchos más disfruten de lo que se ha atrevido a contar.
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