¿Cuándo dejó de importarnos la calidad del sonido en la música?

Es la gran paradoja: la tecnología no hace más que avanzar, y en cambio, escuchamos la música con peor calidad de sonido que antes. ¿Qué se hizo de aquellos ostentosos equipos colocados en el comedor en otros tiempos, del ansia de tener bafles más gordos y altos que tu vecino, de las carreras por adquirir el último avance en Hi-Fi? Había revistas especializadas. Hoy, basta con un móvil, unos auriculares comprados en un ‘paki’ y, como mucho, un par de altavoces portátiles para ser feliz.

En su día, el CD representó una mejora respecto al LP (aunque luego cada cual tenga sus gustos), mientras que el cutre MP3 trajo un retroceso (que a nadie le importó), y luego las plataformas de ‘streaming’ no colocaron la excelencia sonora entre sus prioridades. Es cierto que hoy algunas, como Apple Music, Amazon Music, Tidal o Deezer, han ido incorporando música en HD, y el ‘streaming Hi-Fi’ va formando parte de la conversación, pero parece que todo ello es apreciado por los sibaritas, no tanto por el común de los oyentes. Y después de todo, la oferta más sofisticada servirá de poco si luego tú vas a escuchar las canciones con cualquier cachivache.

El portal más importante, Spotify (34% del mercado en España), sigue sin adoptar la Hi-Fi tras varias falsas alarmas, y eso es porque no cree que esta sea una oferta crucial para satisfacer a sus abonados. Su clave es la cantidad de música que ofrece, el descubrimiento de canciones y artistas de un modo cómodo, y la calidad del acto auditivo pasa a un segundo plano. 

Todo ello tiene que ver con la manera actual de escuchar música, hoy accesible a través de muchos más dispositivos, y en situaciones cotidianas que antes eran incompatibles: mientras se hace deporte o se trabaja, también como sonido de fondo. La música se ha hecho más universal, volátil y líquida, y a grandes rasgos tiene más de ingrediente del paisaje que de hecho inmersivo. Quienes se sientan expresamente a escuchar un álbum de principio a fin, con los cinco sentidos, no son la mayoría. Lo cual no impide que se puedan generar vínculos emocionales tan o más intensos que en el pasado. 

Un apunte personal: cuando tenía 20 años, una primavera, enloquecí al ir descubriendo uno a uno todos los álbumes de Bruce Springsteen, que escuchaba a diario, no en el equipo Hi-Fi que mis padres habían colocado en el salón, sino sobre todo en un sencillo radiocasete que tenía en mi habitación y que ni siquiera era estéreo. Suficiente. La emoción por encima de la exigencia técnica. Quizá no hayamos cambiado tanto.

Fuente: Noticia original

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