Carlos Zanón: «La literatura va de trascender, de no querer estar dónde estás»

Carlos Zanón (Barcelona, 1966) es autor de poemarios como Banco de sangre (Espasa, 2017); del libro de relatos Marley estaba muerto (RBA, 2017); del volumen de crónicas Cien formas de romper un glaciar (Salamandra, 2023), y de las novelas Nadie ama a un hombre bueno; Tarde, mal y nunca (Salamandra, 2019), premio Brigada 21 a la Mejor Primera Novela del Año; No llames a casa, premio Valencia Negra a la Mejor Novela Negra del Año; Yo fui Johnny Thunders (Salamandra, 2023), premios Salamanca Negra, Novelpol y Dashiell Hammet de la Semana Negra de Gijón; Taxi (Salamandra, 2017) y Love Song (Salamandra, 2022). En 2019 publicó en Planeta Problemas de identidad, una continuación de la serie Carvalho, de Manuel Vázquez Montalbán. Su obra narrativa se ha traducido en Estados Unidos, Alemania, Francia, Holanda, Grecia e Italia. Colabora como articulista y crítico en periódicos, revistas y suplementos culturales, y desde 2017 es comisario del festival literario BCNegra.

1. Cartografía de la derrota.

En Yo fui Johnny Thunders no puede decirse que se apiade de sus personajes. Un procedimiento para caracterizarlos es transmitir sus estados anímicos a través de las miradas hiperrealistas de gente cercana a ellos que generan certeros juicios de valor sobre su situación. Así sobre Paco –el padre de Francis–, un viudo denunciado por su hijastra tras años de abusos, cae una capa de tupido desprecio cuando Francis llega a su casa y lo encuentra solo y viejo, mirando la televisión. Pero aún es peor cuando descubre a su padre disputando con los indigentes yogures desechados por un supermercado…

Estas miradas del hijo encuentran rápido correlato en las que el propio Paco posa sobre él. Convencido de que Francis vuelve porque está sin un duro, nunca por afecto, al entrar por la puerta del salón, gordo y con esa barba negra y cana, al padre lo invaden funestos presentimientos.

¿Le costó dar con esta forma hábil y precisa para caracterizar a sus protagonistas?

Muchísimas gracias por tus palabras. Escribir tiene, al menos para mí, algo misterioso, muy intuitivo: simplemente haces eso, colocas eso de esa manera. Mi forma de acercarme a los personajes siempre es cinematográfica desde los detalles que nos dicen cómo son. Y por otro lado creo que la literatura es amoral, no ha de moverse sino en la ambigüedad moral, no verter moralina nunca. Enfocar desde un lado esquinado te permite jugar con las sombras alrededor de lo que los personajes hacen y piensan o quieren hacer y no pueden.

Retrata también de forma directa logrando tipos de una pieza como ese turbio don Damián, dueño del bingo y gánster, que somete a Marisol para recibir placeres sexuales. Marisol, la víctima más doliente de Yo fui Johnny Thunders, resulta convincente tanto en su papel de adolescente abusada como luego, en el de joven alocada que acaba mal. Al convocar a personajes secundarios como puedan ser Xavi; Niño Mutante el dealer de Francis; o el hijo mayor Víctorsentimos que dejan tanto poso como los protagonistas, cómo la fauna de Yo fui Johnny Thunders, en su conjunto, nos remueve de visceral manera.

¿De dónde procederá ese caudal suyo a la hora de re(crear) existencias tan vencidas y al límite?

Yo he estado en cierto modo ahí, no he sido uno de ellos pero era gente de mi barrio, gente de derrota, no depresiva pero que sabe que lo mejor de su vida es no perder lo que tienes. Vengo de esos sitios y la redención es salir, querer salir. Hay muchos escritores que juegan a ser truculentos o a hacerse una paja con los matones. Pero la literatura no va de eso. La literatura va de trascender, de no querer estar dónde estás. No puedo escribir sobre gente que puede saltar sabiendo que hay una red abajo. No puedo porque no sé qué es eso. Y los personajes han de ser verosímiles no con la ficción, no basta con hacer fotocopias de la realidad.

Creemos que Víctor, el hijo mayor de Francis, es la gran, por no decir única, esperanza de Yo fui Johnny Thunders. Haberle dado un papel así a este chaval que escucha canciones tan admirables como Live and Die presta a su novela un razonable margen de esperanza.

¿Está de acuerdo a la hora de esperarlo todo de adolescentes como Víctor?

Víctor es lo único puro de Francis, lo que aún no ha estropeado. Por eso, el final, por eso Live and Die escuchado a la vez.

2. La novela.

Hemos hablado en la reseña de esos «diálogos» –en segunda persona– entre Francis y Mr. Frankie: el sórdido presente y el pasado del rockero frente a frente. Y también alabado ese perspectivismo que usa con pericia para que sus personajes se definan. Pero sobre todo gozamos con los flashbacks de Yo fui Johnny Thunders, dos de ellos magistrales: los que corresponden a esos conciertos en diferentes épocas de la vida de Francis (el de la noche que acompaña a Thunders, un gran momento como guitarrista, marca la novela).

Al hilo de todo esto, no podemos dejar de preguntarle: ¿Cómo teniendo Johnny Thunders tan escasa importancia presencial toma su nombre para titular la novela?

Bueno, Thunders era una leyenda. En el barrio siempre había aquel que decía que había ido al cole con Loquillo, que había hecho la mili con un futbolista del Barça o que le robó la novia a aquel. Esa noche, un Don Nadie fue Dios. Además trato de cuidar todos los aspectos de un libro y el título es muy importante. El libro se llamó durante mucho tiempo CHIEN ANDALUSIA por los Pixies y mi editorial me propuso PUTA BUENA MALA SUERTE. Molaban los dos pero creo que el que quedó es el mejor.

¿Tuvo claro desde el principio no hacer una ficción autobiográfica?

Todos los libros son autobiográficos en lo importante, en los fantasmas y obsesiones. Pero me gusta mucho disfrazarlos con ficción.

La novela está narrada en tercera persona (salvo esos ratos que conversan Mr. Frankie y Francis). Sin embargo en Carvalho: problemas de identidad prefirió la primera persona (hay que recordar cómo todas las novelas del ciclo de Vázquez Montalbán venían escritas en tercera persona).

No hemos leído la totalidad de su obra (denos tiempo), por lo que no sabemos si escribe más en tercera o en primera persona. ¿Tiene claro al empezar cada libro si a lo que va a contar sienta mejor una u otra?

Sí, pero a veces has de recular y volver a empezar con otra persona diferente. Es una cuestión técnica. Mi favorita es una tercera persona «tramposa», es decir, que si quiero me meto en la cabeza de los personajes y la tercera muta en primera.

Creemos que transfusiones como Yo fui Johnny Thunders son las que intentan revivir a un género tan poco dado a la sorpresa como es el noir español. Es necesaria –y con urgencia– literatura de sangre, sudor, y que huela a cloaca… Con su Carvalho se la quiso jugar entrando de lleno en la aburridísima temática de investigación, y, encima, con detective prestado. Todo ello era para echarse las manos a la cabeza…, pero Carvalho: problemas de identidad resultó una novela policíaca con planteamientos absolutamente inéditos por aquí y, de paso, un alivio para quienes temíamos verle naufragar en el intento.

¿No le parece superpoblada la nómina de autores interesada en resolver crímenes, sobre todo si la comparamos con la casi testimonial que forman usted, y pocos más, preocupados porque el género recupere interés?

Cada uno ha de encontrar su manera de explicarse. Muy pocas novelas procedimentales me entusiasman. Me suele dar igual quién mato a quién. El por qué, el mundo alrededor de la violencia, la soledad, la rabia me interesan más.

¿Podría dar a los lectores de EL IMPARCIAL, desde su extensísimo conocimiento, autores negros (nacionales y extranjeros) «de cabecera»?

Hay muchos y algunos por unas cosas y otros por otras. A mí me encanta la solvencia y el rigor de Lorenzo Silva por ejemplo o el tono que siempre mete Alicia Giménez Barlett, o la facilidad de encontrar temas de Andreu Martín. Siento debilidad absoluta por Julián Ibáñez. Y por Francisco Ledesma, Toni Hill, Rosa Ribas, Nieves Abarca y Vicente Garrido, Domingo Villar. El último de Ramón Palomar me ha parecido cojonudo. De los de fuera, Jean-Patrik Manchette, Chester Himes, Tana French, Dennis Lehane, Jim Thompson, James Ellroy, Claudia Piñeiro, Leonardo Oyola, Kike Ferrari o Massimo Carlotto. Y seguro que me olvido mil.

¿Habrá más casos de este Carvalho suyo que tan gratísimo gusto ha dejado en la afición (y en la crítica)?

No lo sé. Ahora estoy en blanco. Igual no hay más. A veces se me pasa por la cabeza. Igual ya está y habrá estado bien.

3. La música en Yo fui Johnny Thunders.

Sorprende cómo para unas tramas que acontecen durante las décadas de los 80, 90, y la actual, no haya tirado de grupos combativos como los que abundaron en aquellas épocas de generalizada ruptura. En vez de eso, opta por encabezar cada parte de su libro con melodías norteamericanas doo-wop de los años 50 o, ya más «rompedor», por los melódicos The Searchers, grupo británico de comienzos de los 60 a cuyo lado The Beatles parecen Iron Maiden.

Díganos, ¿es consciente del profundo contraste existente entre esta música y las tramas a las que acompaña? Pasados diez años, ¿está satisfecho del resultado logrado o cambiaría algún tema?

Mi propósito era que la música fuera orgánica, no una banda sonora. Esa música que se siente en las tripas, que te trasciende, no la que te pones para limpiar la casa. La música que te hace creer que puedes escapar. Las canciones que están molan.

Carlos Zanón no solo ha usado canciones para pautar las partes de su libro, hay otras más que «suenan» a lo largo de 47 capítulos. Está, por ejemplo, Elvis Presley con su King Creole. Pero destacamos dos títulos fundamentales en Yo fui Johnny Thunders. El primero es Just your Friends, soberbio tema de Mink DeVille grabado en 1978. El capítulo 32 jamás hubiera alcanzado tan altas cotas de desconcierto sin la rasposa versión que Mr. Frankie hace de él.

Desconocíamos a Mink DeVille y haberla descubierto es otra de las cosas que debemos a su libro. ¿Es esta banda californiana (y su líder y cantante Willy DeVille) una de sus favoritas?

Mink DeVille fueron una barbaridad de banda. Te corrijo. Eran de Nueva York. Hace mil años le robé un disco al hermano mayor de una amiga. Escribí una biografía y todo. Lo conocí. El puto Rey Pachuco.

The Avett Brothers y su excepcional Live and Die, esa canción que Víctor, el hijo mayor, descubre a su padre y logra que su relación se deshiele… ¿Cómo llega a ella?

Me tropecé con ella y me enloqueció. Estaba muy, muy jodido y zas, apareció. Me salvó y salvó la novela.

4. Final.

Para terminar, decir cómo es esta una novela que, desde hace dos lustros, no deja de ganar lectores. Díganos: ¿No cuesta un esfuerzo sobrehumano empezar otro libro tras haber publicado algo tan descomunal?

Sí, pero yo tampoco supe que iba a tener esa trascendencia. La haces. Creo que puedo hacer otras obras. Creo que Taxi es más ambiciosa aunque más compleja y menos directa que Thunders. Y Carvalho tiene su punto.

Fuente: Noticia original

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