Bernardo Esquinca ha escrito una docena de libros, todos de terror y de género policíaco, pero solo en el último es un nuevo narrador. Le ha costado años, cuenta, pero cree que ya no hay vuelta atrás: La región crespuscular es producto de una deconstrucción. La novela, publicada por Almadía en 2024, se adentra en el caso del asesino serial mexicano Gregorio Cárdenas y en una pregunta antigua: ¿cuál es el origen de la violencia feminicida en México? Esquinca encuentra algunas pistas y muchas más preguntas, pero sobre todo, cristaliza una búsqueda: “Me di cuenta de que como narrador ya no podía reflexionar y abordar la violencia feminicida de manera tradicional”, es decir, “con una visión muy limitada del caso, centrada en el feminicida, sin contexto social ni víctimas”.
Detrás de la “deconstrucción narrativa”, explica Esquinca (Guadalajara, México, 53 años), hay una más larga personal, que inició con el nacimiento de su hija hace 10 años. “Yo vengo de una familia increíble, pero con machismos muy aceptados”, cuenta, “somos una familia muy numerosa, donde lo natural era que las mujeres se pararan a cocinar, a servir, y los hombres estuviéramos sentados, no laváramos los platos, nada, y eso se veía normal, nadie se quejaba. Eso es parte de la violencia machista, que tiene que ver con aceptar conductas y violencias hacia la mujer que van creciendo. Yo como persona estoy combatiendo mis machismos y eso también ha llegado a mi literatura”.
Para que eso pasara —y que continúe pasando: “Me falta todavía mucho, es un proceso”— han ocurrido varias cosas. Menciona algunas pequeñas: el impacto de ver a un adolescente en el mercado de La Lagunilla, en Ciudad de México, entusiasmado por conseguir una estampilla de Ted Bundy (quien secuestró, violó y mató a decenas de mujeres en Estados Unidos) o un prólogo de la escritora Margaret Atwood. Y cita otras que son oleadas, como el movimiento #MeToo y la lucha incansable de las mujeres por conseguir igualdad y justicia. “Estos cambios sociales han cambiado la perspectiva de cómo se escribe sobre los feminicidios”, cuenta el autor en la sede de su editorial. “Históricamente, en la novela policíaca de cualquier parte del mundo cuando aparece un personaje femenino es para ser vejado, masacrado, para que llegue un hombre que es el protagonista de la historia y se preocupe. Eso me resonó mucho también y empecé a pensar que ya no me interesaba narrar así”.
Esa declaración de intenciones está detrás de las páginas de La región crepuscular, donde las acciones de Gregorio Cárdenas —un estudiante de Ciencias Químicas de la UNAM que mató a cuatro mujeres en la época de 1940— se contraponen a los pensamientos actuales de una periodista ficticia, Amanda Durán. “Me di cuenta de que yo necesitaba empezar a tener personajes femeninos mucho más relevantes en mi trama para hacer peso”, dice Esquinca.
Con esa premisa se creó a la protagonista, que se hace las preguntas que nadie se hizo en 1942 y desde cuyo lado se lee: “El escritor inglés J.G. Ballard escribió alguna vez: ‘Los hombres están desapareciendo. Sentados en habitaciones insonorizadas, preguntándose qué ha ocurrido’. No es mi intención ahondar en el tema de la urgente deconstrucción de la masculinidad, sino averiguar a dónde nos ha llevado la violencia de género, tanto a las mujeres como a los hombres. Sobre todo, a los hombres. A dónde los ha llevado esa incapacidad de comunicar su ira y frustración por otra vía que no sea el aniquilamiento de aquello con lo que son incapaces de empatizar. Sí: en un país como México los hombres están desapareciendo. Nos estamos quedando con los predadores”.
En la novela, Esquinca recupera el nombre de la detective Ana María Dorantes, la investigadora que propició la detención de Cárdenas y fue olvidada por todos los periódicos de la época; se rebela contra la idea de esconder a los asesinos en serie detrás de la categoría de “monstruos” para evitar la responsabilidad cultural del sistema y de su espectacularización (Cárdenas terminó siendo ovacionado en el Congreso mexicano como ejemplo de “reinserción”), y sobre todo, fija al asesino serial en su época, en un México que dejaba atrás a la Revolución y trababa de convertirse en un país moderno, mientras seguía encorsetando a las mujeres.
“Las mujeres empezaban a participar de la vida pública, a trabajar en oficinas, a hacer deporte públicamente, fumaban o bebían en público, esto no era normal antes. Pero aun así eran sometidas a un corsé sobre lo que debían ser, y su objetivo en la vida debía ser madre y ama de casa y ejemplar, ese corsé a veces orillaba a las mujeres a delinquir”, dice Esquinca, que en el libro teje en paralelo la red de abortos clandestinos que operaba en la capital. En México, en 2024, se abrieron el mismo número de carpetas de investigación para el delito de aborto (794) que para feminicidios (797), según los datos del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Público. Al escucharlo, el narrador afirma: “La conclusión obvia, también la del libro, es que este país no ha cambiado tanto respecto a cómo trata a las mujeres”.
La región crepuscular es el segundo de una serie de true crime que Esquinca inició con Asesina íntima, sobre el caso de La Mataviejitas, y que terminará con una novela que está preparando sobre Las Poquianchis, que lideraron una red de trata sexual en Jalisco: “La idea es cerrar con ese caso, pero ahí necesito narrarlo desde una perspectiva muy masculina, porque me interesa hacer una reflexión: los hombres son los que mayoritariamente participan en la trata”. El escritor, que antes de esta serie solo había escrito ficción, cree haber encontrado en narrar la realidad una trinchera: “Para combatir la violencia, especialmente la machista, debemos entender cómo se produce y de dónde viene. Esa sería la gran misión del true crime”.
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