¿Música peligrosa? Reflexiones sobre narcocorridos y censura

Seguramente recordará, querido lector, a los Hombres G, la icónica banda española de rock pop que dejó huella en México en la década de los 80 y 90. También recordarán que una de sus canciones más famosas, Sufre mamón, fue censurada en la radio mexicana, donde se optó por censurar la palabra “mamón” para evitar herir sensibilidades. No fue la única: Devuélveme a mi chica fue criticada por presuntamente incitar a la violencia, a Suéltate el pelo le eliminaron la palabra “sujetador” y Venezia, el hit musical, se transmitió sin toda la parte introductoria donde se hablaba sobre la mafia italiana, como si hablar del crimen organizado pudiera invocarlo mágicamente.

Con el paso del tiempo, estas restricciones resultaron absurdas y hoy Hombres G es un referente musical. Sin embargo, mi punto es llamar la atención sobre un tema particular: la censura en la música no es un fenómeno aislado. Ha ocurrido siempre. En los años 80, The Sex Pistols fueron vistos como una amenaza para el orden social; Marilyn Manson fue acusado de apología de la violencia; y más recientemente, la banda alemana Rammstein—muy popular en México—ha sido objeto de polémica por sus letras sobre crimen, sexo y violencia.

Pero, ¿realmente la música nos transforma en lo que escuchamos? ¿O es más bien un reflejo de nuestras realidades? Es poco probable que una canción, por sí sola, determine nuestras acciones. La manera en que interpretamos la música depende de múltiples factores: nuestras creencias, el sistema de valores en el que crecemos y nuestro entorno familiar, social y cultural. Lo mismo ocurre con el cine, la televisión y la literatura.

Dicho esto, volvamos al debate sobre la censura a los corridos tumbados. Como suele suceder en temas polémicos, la discusión se ha polarizado. Para algunos, estos temas musicales promueven la violencia y deben prohibirse para evitar su normalización. Para otros, son una expresión artística que retrata una realidad social y, por lo tanto, censurarlos sería un atentado contra la libertad de expresión.

Pero reducir este fenómeno a una cuestión de «permitir o prohibir» es simplista. Escuchar un narcocorrido no convierte automáticamente a alguien en delincuente. Sin embargo, sí es importante notar, que estos productos musicales forman parte de un entramado cultural mucho más amplio, donde la violencia, las actividades ilícitas, el culto a las armas y las masculinidades agresivas no solo son legítimas, sino también admiradas. Para ciertos sectores, estos valores no son la excepción, sino la norma.

Aquí es donde la crítica a los narcocorridos cobra sentido: en ciertos contextos de vulnerabilidad—donde el Estado y la sociedad no ofrecen condiciones dignas de vida, educación ni oportunidades—estas narrativas pueden convertirse en referentes de identidad. En estos entornos, la narcocultura en general y los narcocorridos en particular pueden reforzar la idea de que el éxito y el poder se logran a través del crimen y la violencia.

Entonces, volvamos a la pregunta inicial: ¿prohibir los narcocorridos es una política efectiva de prevención? Personalmente, no los escucho por entretenimiento, aunque sí los analizo desde una perspectiva profesional. Reconozco que en muchas de sus letras hay una apología explícita de la violencia y que algunos cantantes están vinculados a grupos criminales. También creo que el Estado no debería destinar recursos públicos para financiar este género musical cuando hay artistas locales que requieren apoyo urgente.

Sin embargo, la censura rara vez soluciona los problemas de fondo. Más que prohibir, lo que necesitamos es generar condiciones en las que los valores promovidos por la narcocultura dejen de ser aspiracionales. Esto implica educación, oportunidades laborales, espacios de recreación y alternativas que permitan construir proyectos de vida alejados de la violencia.

El problema no son solo los narcocorridos y todas sus variantes, sino la realidad que los hace tan atractivos para ciertos sectores de la población. Y para cambiar esa realidad, se necesita mucho más que una simple prohibición.

 

Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.

Fuente: Noticia original

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