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Este domingo por la mañana ha muerto a los 92 años el el novelista, filósofo y escritor satírico Tom Robbins, según ha confirmado su amigo y ejecutivo editorial Craig Popelars, informa AP. El escritor encandiló a la vez que confundió a millones de lectores con aventuras disparatadas como ‘Even Cowgirls Get the Blues’ y ‘Jitterbug Perfume.
Robbins, que se declaró bendecido con una «sabiduría loca», publicó ocho novelas y sus memorias ‘Tibetan Peach Pie’, donde miraba con cariño su mundo de absurdo inexpresivo, comentarios del autor y tramas en zigzag. Nadie tenía una imaginación más desbordante, ya sea dándonos una heroína descarriada con pulgares alargados en ‘Cowgirls’ o haciendo aterrizar el cadáver de Jesús en un zoológico improvisado en ‘Another Roadside Attraction’.
Y nadie contaba chistes más raros sobre sí mismo: Robbins una vez describió su leve y áspera voz arrastrada como «como si hubiera sido forzada a través de la ropa interior de Davy Crockett«. Podía entender casi cualquier cosa excepto crecer. La revista People calificaría a Robbins como «el perenne niño flor y el Peter Pan de las letras estadounidenses».
Nacido en Blowing Rock, Carolina del Norte, pero se mudó a Virginia donde era «el chico más travieso» de su escuela secundaria. Robbins podía hacer coincidir cualquier narrativa de sus libros con una sobre su vida. Hubo una vez en que tuvo que ver a un proctólogo y apareció con una máscara de pato. (El médico y Robbins se hicieron amigos). Le gustaba recordar a la camarera de Texas que se desabrochó la blusa y mostró un autógrafo descolorido, su autógrafo.
O aquel extraño momento de los años 90 en que el FBI buscó pistas sobre la identidad de Unabomber leyendo la novela de Robbins ‘Naturaleza muerta con pájaro carpintero’. Robbins alegaría que dos agentes federales, ambas mujeres atractivas, fueron enviadas a entrevistarlo.
También logró conocer a algunas celebridades, gracias en parte a la adaptación cinematográfica de ‘Incluso las vaqueras’, protagonizada por Uma Thurman y Keanu Reeves, y a apariciones en películas como ‘Desayuno de campeones’ y ‘La señora Parker y el círculo vicioso’.
Escribió sobre haber sido la pareja de Debra Winger en la ceremonia de los Premios de la Academia de 1991 y haber estado a punto de suicidarse en una fiesta posterior a los Oscar cuando, con la esperanza de impresionar a Al Pacino, se tragó un vaso de colonia. Tenía recuerdos más felices como el de registrarse en un hotel y ser reconocido por una joven y bonita recepcionista, que elogió su trabajo e ignoró al hombre que estaba a su lado, Neil Young.
En las novelas de Robbins, la búsqueda lo era todo, y él ayudó a capturar el espíritu abierto de los años 60 en parte porque conocía muy bien la vida. Consumió ácido, hizo autostop de costa a costa y viajó desde Tanzania hasta el Himalaya.
Su camino hacia la escritura de ficción tuvo su propia cualidad divagante y alucinatoria. Robbins abandonó sus estudios en la Universidad Washington (Tom Wolfe era compañero de clase) y se alistó en la Fuerza Aérea porque no sabía qué más hacer. Se mudó al noroeste del Pacífico a principios de los años 60 y de alguna manera le asignaron la tarea de reseñar una ópera para el Seattle Times, convirtiéndose en el primer crítico de música clásica que comparó a Rossini con Robert Mitchum.
Robbins pronto se encontraría en una reunión ridícula con el director de orquesta Milton Katims, con quien entablaría conversación fingiendo que estaba trabajando en su propio libreto, ‘La gitana de Issaquah’, llamado así por un suburbio de Seattle. «Debes admitir que tenía un tono operístico», insistió Robbins.
A fines de los años 60, los editores se enteraron de sus payasadas y pensaron que podría escribir un libro. Un editor de Doubleday se reunió con Robbins y aceptó pagarle 2.500 dólares por lo que se convirtió en ‘Otra atracción en la carretera’. Publicada en 1971, la primera novela de Robbins se vendió poco en tapa dura a pesar de los elogios de Graham Greene y Lawrence Ferlinghetti, entre otros, pero se convirtió en un éxito en edición de bolsillo. ‘Even Cowgirls Get the Blues’ se publicó en 1976 y finalmente vendió más de un millón de copias.
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