Recetas fallidas y posibles soluciones a la desinformación

El desafío en la lucha contra la desinformación es inmenso y aún peor con la llegada de la IA generativa. Las víctimas podemos ser todos y el peligro se incrementa con Trump y Musk en la Casa Blanca.

Casi como si de un mal presagio se tratara, hace justo un año el Foro Económico Mundial lanzaba en Davos una grave advertencia. De entre todas las preocupaciones analizadas por la comunidad económica allí reunida hubo consenso en escoger la más peligrosa: la desinformación. Por detrás situaron el cambio climático, la escalada de precios o la polarización.

Varios procesos electorales posteriores confirmaron el impacto de las narrativas falsas en el debate público. La buena noticia es que ahora, en 2025, la realidad es innegable porque la desinformación está por todas partes, afecta a cualquier persona y se ha extendido vertical (del poder hacia la sociedad) y horizontalmente (usada entre “iguales”). La mala es que ha aumentado mientras seguimos debatiendo sobre sus causas y posibles soluciones. Pero vayamos por partes.

Quienes desde hace muchos años trabajamos en la lucha contra la desinformación estuvimos enredados durante un tiempo en el debate semántico. Hoy, por fin y al margen del uso partidista, se considera desinformación (sobre todo en el contexto europeo) a “los mensajes verificablemente falsos o engañosos que se crean, presentan y divulgan con fines lucrativos o para engañar deliberadamente a la población y que pueden causar un perjuicio público”.

Frente al bulo como hecho unitario, la desinformación se enmarca en dinámicas más amplias. Cabe además destacar que, a diferencia de su uso en español, en inglés se distingue entre dos conceptos: disinformation con un significado similar al ya expuesto, y misinformation para aquellos mensajes falsos o incorrectos al margen de que exista o no una intencionalidad detrás de su difusión.

La importancia de la palabra y su buen uso saltó por los aires con la aparición en el escenario mundial de Donald Trump en la campaña electoral de 2016. Su utilización constante del término fake news colocó el asunto en todas partes, pero a la vez lo desposeyó de su verdadero significado. Cualquier crítica que recibía el candidato republicano pasó a ser un bulo. Sin embargo, aunque su impacto mediático fue altísimo, Trump no fue el único en aquel momento. Las campañas electorales en India o Brasil obligaron a las plataformas tecnológicas a empezar a tomar algunas decisiones.

Trump y Musk

Se empezó a apuntar entonces a la responsabilidad de estas empresas en la lucha contra la desinformación. No es que pusieran la mesa para la cena. La mesa, las sillas, la comida y hasta la digestión del comensal les pertenecía. Hoy es ya una realidad, por ejemplo, con la llegada de Elon Musk a la propiedad de X, su donación a la campaña de Trump (230 millones de dólares según la documentación presentada en la Federal Election Commission) y finalmente su incorporación al gobierno. Es la entrada al Despacho Oval por la puerta de atrás porque, como apunta el historiador y escritor Yuval Harari, “Elon Musk se ve capaz de controlar a Donald Trump para convertirse él mismo en el verdadero presidente, ya que él no se puede presentar (no nació en Estados Unidos)”.

Si hablamos de desinformación, el primer mandato de Trump en la Casa Blanca trastocó el lenguaje y lo volvió más agresivo. También saltaron por los aires todas las métricas. El equipo de verificación del Washington Post llevó a cabo durante sus cuatro años de gobierno un contador de todas sus mentiras. Hasta las elecciones del 5 noviembre de 2020, fecha en que perdió contra Joe Biden, había pronunciado 29.508 afirmaciones engañosas o falsas. Estábamos ante el punto más álgido de la era de la posverdad… hasta el momento. A pesar de ese listado, cuatro años después Trump ha vuelto a la Casa Blanca. Y lo ha hecho con el voto de 77 millones de estadounidenses (frente a los 75 que prefirieron a Kamala Harris) y con el mismo exitoso método.

La contundencia del resultado y la mirada sobre los últimos años nos lleva a una pregunta fundamental: ¿qué hemos aprendido de todo esto? La comunidad mundial de verificadores (agrupada en su mayoría en el IFCN, organización la que pertenecen medios de todo el mundo como The Washington Post, AFP, Chequeado, Rappler, Deutsche Welle, Newtral) ha analizado mucho la utilidad de nuestro trabajo. En Estados Unidos se da por hecho que el recuento de mentiras de Trump no se hará de nuevo porque parece que los hechos han dejado de interesar. No ha habido castigo por el bulo de cómo los inmigrantes (no) se comen a sus mascotas, perros y gatos, como no hubo penalización la primera vez que el público le escuchó decir otras mentiras.

Una de las más repetidas (al menos 150 veces) se refiere a la creación del programa de atención sanitaria Veterans Choice. No fue un proyecto suyo sino de Obama. Pero la realidad, los hechos ya habían pasado a un segundo o quinto plano. Trump se sentía tan reforzado en su estrategia que incluso llegó a suspender una comparecencia pública en el club de golf de Bedminster, New Jersey, cuando la periodista de CBS Paula Reid le cuestionó sobre sus 150 repeticiones de esa mentira.

Poco después empezó a jugar con la idea de presentarse de nuevo y ahora ya es presidente por segunda vez. Y de nuevo con una estrategia de desgaste contra los medios tradicionales a los que evita responder. Además, ha encontrado un aliado perfecto también en esta parte del camino, su nuevo mejor amigo Elon Musk y altavoz del slogan “you are the media now” para promocionar su red social sin reglas como en el salvaje oeste. Un camino parecido al marcado por Musk lo ha seguido en el comienzo de 2025 Mark Zuckerberg. Ha anunciado que suspende el programa de verificación de hechos dentro de Meta (incluye Facebook, WhatsApp, Instagram y Threats) que lleva funcionando años.

Perseguir a los verificadores

Los fact-checkers, verificadores, han estado en la diana de Trump durante mucho tiempo. La decisión de Meta elimina otro obstáculo para su nuevo mandato. Veremos si Zuckerberg sigue también a Musk en sus claros posicionamientos ideológicos. Al dueño de X y de Tesla le hemos visto aplaudir al partido de extrema derecha AfD (Alternativa por Alemania) o al primer ministro húngaro Viktor Orbán con quien se ha reunido estas navidades en la mansión de Trump en Mar-a-Lago, Florida.

Así que una de las primeras enseñanzas está bastante clara. La tolerancia a la mentira y a la polarización ha crecido. Y no sólo en Estados Unidos. El clásico “conmigo o contra mi” ha hecho que los electores (también aquí en España) perdonen cada vez más estas conductas en lugar de elevar el nivel de exigencia a aquel a quien confías tu voto. ¿Entonces? ¿Cómo agitar la conciencia de la gente a uno y otro lado del espectro ideológico?

«La primera respuesta contra los bulos es la educación. El pensamiento crítico no se incorpora de repente al convertirte en adulto»

 

Sin duda la primera respuesta es la educación. El pensamiento crítico no se incorpora de repente al convertirte en adulto. Y menos con la presencia cada vez más salvaje y a edades más tempranas en redes sociales como Tik Tok. Es urgente ofrecer herramientas tecnológicas a la comunidad educativa y a las familias para que los niños aprendan a dudar, a hacerse preguntas y a buscar soluciones que les permitan detectar mentiras, primero sobre los temas que más les interesan (mentiras contra sus ídolos deportivos, sus referentes en YouTube o sobre asuntos que conocen y pueden verificar con cierta rapidez).

Y mientras ese proceso está en marcha, hay que repetir una y mil veces que no reenvíen mensajes de los que duden, mensajes que no estén verificados: ante la duda, no lo compartas. Una vez el hábito se ha interiorizado podrán activar esa alerta temprana al convertirse en adultos de manera natural en su vida diaria cuando lo necesiten en temas de salud, ciencia, alimentación o durante una campaña electoral de manera transversal y no solo con “los otros”. Detrás de la desinformación siempre hay un interés y la mayor parte de las veces suele ser económico.

Un desafío inmenso

Y, aun siendo importante, la Educación no lo es todo. Porque ya llegamos muy tarde a un gran sector de la población. Y no se trata tampoco de hacer que los gobiernos legislen sobre la desinformación en los medios de comunicación porque ya sabemos cómo acaba eso. De nuevo surge la misma pregunta… ¿entonces?

Mirar de verdad hacia las plataformas y establecer nuevas responsabilidades ante el inédito escenario de desinformación. El público tiene derecho a saber que esas empresas la evitan apoyándose en la llamada Sección 230 que rige las comunicaciones digitales en Estados Unidos desde hace casi 30 años y que se ha quedado tan obsoleta que se conoce en algunos ámbitos como “las 26 palabras que crearon internet”. La sección 230 permite a las plataformas tecnológicas liberarse de la responsabilidad de lo que cualquiera publica en redes bajo el siguiente mandato: “Ningún proveedor o usuario de un servicio informático interactivo será tratado como el editor o altavoz de cualquier información proporcionada por otro proveedor de contenido de información”.

Europa está tratando de diferenciarse de Estados Unidos a través de la DSA (Digital Service Act) considerando a las plataformas responsables ya que sus algoritmos están de facto realizando un control editorial a diario. El esfuerzo europeo será  en vano si en Estados Unidos el cambio no se produce porque allí están asentadas la mayoría de las tecnológicas que a su vez compiten con China en desregulación y crecimiento económico.

Y, por supuesto, no hay que olvidar el rol fundamental que está llevando a cabo Rusia en la guerra híbrida. Está ampliamente demostrada su participación en operaciones de desinformación en toda Europa como False Façade (red de webs gestionadas desde Rusia para difundir narrativas falsas en audiencias occidentales). Y “copiando” proyectos a los europeos: su propia “red global” de fact checking que, como explica Newtral, fue presentada por el actor Steven Seagal y ha invitado a personas de una decena de países como el español Juan Antonio Aguilar, un exlíder de Falange y militante de partidos de extrema derecha como España 2000.

El desafío en la lucha contra la desinformación es inmenso y más con la llegada de la IA generativa. Ahora ya sabemos que las víctimas podemos ser todos y que las recetas aplicadas hasta el momento no han funcionado. La solución será la educación y la tecnología. Una mayor inversión en conocimiento ha permitido siempre el progreso y ha generado sociedades más preparadas para los cambios que están por venir. Cambios que cada vez son más profundos y constantes y responsabilidad de todos.

Fuente: Noticia original

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