De la aspereza sensorial y la literatura que emana de Corea del Sur

La crudeza, el tono sombrío y la nostalgia con tintes históricos suelen ser los ingredientes que comprenden la fórmula de la literatura surcoreana que, en los últimos años, ha trascendido fronteras con creces. Su éxito ya no sólo se remite a ficciones que llegan a grandes masas en otros ámbitos como el netflixniano con El juego del calamar, obras cinematográficas ya de culto como Parásitos o la multitud de artistas y grupos comprendidos en el K-Pop, sino que los títulos en clave literaria también han alcanzado un antes y un después.

Sin ir más lejos, prueba de ello la reciente premiada Han Kang, Nobel de Literatura 2024 quien, con su compendio de novelas –Clase de griego, La vegetariana o Actos humanos-, ha situado en el epicentro a su país contando, con suma sutileza, la historia más áspera de Corea del Sur, así como el arraigo de su cultura que cada vez es más conocida.  

Imposible decir adiós es ejemplo de este escenario. ¿Acaso era conocido la rebelión popular de abril de 1948 en la isla de Jeju que acabó con cientos y cientos de muertos? Y es que todo lo relativo a Corea del Sur era prácticamente desconocido por Occidente debido a la opacidad de la guerra, que claudicó en la década de los 80 y, ante el régimen dictatorial de Corea del Norte, los surcoreanos pronto despertaron y expandieron su cultura más allá de las fronteras asiáticas.

No es hasta la recta final de la década de los 90 cuando empiezan a exportarse las primeras obras surcoreanas. En su gran compendio, abordan una crítica social exhaustiva, experimentación literaria y con un claro tono realista que, en ocasiones como las obras de Kang, aportan esa crudeza que atrapa. “¿Cómo pude ser tan ingenua, tener la desfachatez de creer que podría escapar algún día del sufrimiento y librarme de los vestigios de violencia cuando había tomado la decisión de escribir sobre masacres y torturas?”, se pregunta una de sus protagonistas ficticias.

Imposible decir adiós, una oda al olvido

Con tintes de horror realista por una masacre arraigada a la historia del país y una narrativa impregnada de delicadeza y, al tiempo, brutalidad sensorial, Han Kang relata las crudas matanzas de Gwangju a través de la historia de una madre y su hija, a ojos de una amiga cercana que, involuntariamente, se ve inmersa en la misión de salvar su vida y la de esta familia, con el recuerdo imborrable de cientos de vidas arrancadas por el preludio de una guerra.

En mitad de una nevada que viste de blanco todo el escenario narrativo, Gyeongha, la protagonista, se sumerge en una historia de fantasmas que engloban un retrato de lo que fue una catástrofe humanitaria sin precedentes en Corea del Sur. Así, Imposible decir adiós, se constata como una obra que canta al olvido, a esos recuerdos y vivencias que no se pierden en el pensamiento conjunto pese al paso del tiempo o circunstancias adversas, que quedan arraigados a su vez en la memoria de aquellos que están por venir por el legado de sus ancestros. ¿Es esta un nuevo frente de experimentación literaria que viene para quedarse?

Fuente: Noticia original

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