Trump echa el lazo sobre América Latina

«América para los americanos». La famosa consigna de política exterior estadounidense que introdujo el presidente James Monroe está viviendo un renacimiento en el segundo mandato de Donald Trump. Hace más de 200 años el contexto geopolítico era distinto, entonces, Monroe quería evitar que las potencias europeas quisieran volver a colonizar los países latinoamericanos. Ahora, Trump, vuelve a mirar a sus vecinos del sur, para imponer su influencia y liderazgo y proteger los intereses de Estados Unidos de la colonización económica de China.

Lejos de ser un gesto solidario con el resto del continente americano, la mirada americana de Trump se explica por sus políticas nacionalistas y proteccionistas. Trump se interesa por América Latina para cuidar sus espaldas… o las espaldas de Estados Unidos. Durante su primer mandato, la actualidad internacional forzó a Trump a mirar a Oriente Medio y a Rusia, a China. Pero en 2024, la Casa Blanca apunta claramente a su patio trasero.

La elección del exsenador Marco Rubio como secretario de Estado, de origen cubano y que habla perfectamente español; cambiarle el nombre al Golfo de México por Golfo de América; amenazar con retomar el control del canal de Panamá o intimidar con altísimos aranceles a las importaciones a quien no se doblegue a las exigencias en materia de inmigración son algunas de las primeras medidas que está tomando Trump. Un giro de 180 grados en su política exterior.

No es casualidad que el primer viaje al extranjero de Marco Rubio sea una «tournée» por Guatemala, El Salvador, Costa Rica, República Dominicana y Panamá. Una gira diplomática para neutralizar la influencia de China. Panamá es quizá el principal escenario de una injerencia asiática que se está afianzando en Brasil, Venezuela, Cuba o Bolivia. Un gran porcentaje del tráfico marítimo de Estados Unidos transita por Panamá, y los dos principales puertos del Canal de Panamá, Cristóbal (Pacífico) y Balboa (Atlántico), están operados (y controlados) por Hutchison Ports, subsidiaria de la china Hutchinson Holdings. Aunque la recuperación del control del Canal de Panamá por la fuerza sea improbable —y menos siendo Panamá miembro del Consejo de Seguridad de la ONU en 2025 y 2026—, lo cierto es que la retórica expansionista de Trump forzará negociaciones políticas y económicas para beneficio de sus intereses.

En estas primeras semanas de aterrizaje, los líderes latinoamericanos también están fijando sus posturas y definiendo el tono para una nueva convivencia. Hace una semana, el presidente colombiano Gustavo Petro se envalentonó durante unas horas contra Trump. «Yo levanto una bandera (…) con la dignidad latinoamericana que es la dignidad de América, que su bisabuelo no conoció, y el mío sí, señor presidente inmigrante en los Estados Unidos», le dijo Petro a Trump en una encendida carta que sigue fijada en la red social X mucho después de haber dado marcha atrás a su inicial oposición a recibir los vuelos con colombianos deportados.

«Colombia es un país que siempre ha estado plegado a los intereses norteamericanos. Estados Unidos se había acostumbrado a tener un liderazgo del Gobierno colombiano siempre proamericano. El posicionamiento de Petro agarra por sorpresa a los Estados Unidos pero también a sectores políticos dentro de Colombia», explica a La Razón Fernando Neira, investigador del Centro de Investigaciones para América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En 2026 hay elecciones presidenciales en Colombia, y el choque de Petro y Trump será otro pretexto (interior y exterior) para que regrese la derecha.

Una postura mucho más conciliadora, diplomática y dialogante ha sido la de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum. A pesar de liderar el país que está en el ojo del huracán de las intimidaciones de Trump, «la doctora» no ha entrado en provocaciones haciendo alarde de mantener una «cabeza fría». México, a diferencia de Colombia, tiene más de 3.000 kilómetros de frontera con Estados Unidos y demasiados intereses económicos y sociales.

«Hay un discurso de Trump que es el impone e intimida y hay otro discurso de los actores encargados de la negociación que lo único que hacen es buscar acuerdos. Para la economía norteamericana son fundamentales las importaciones desde México», recuerda Fernando Neira. De imponerse los aranceles del 25 % sobre todas las exportaciones de México a Estados Unidos, las familias americanas serían las más perjudicadas.

En el bando de los próximos a Trump, el argentino Javier Milei o el presidente Nayib Bukele de El Salvador. Tan cercanos al nuevo inquilino de la Casa Blanca que fueron invitados a su investidura. «Milei es el personaje ideal como lo fue en su momento —en el primer mandato de Trump— Jair Bolsonaro, que logró afianzar estos discursos antiambientalistas, antiderechos humanos, antidiversidad», recuerda Fernando Neira al apuntar que el ascendente de Milei y Bukele está más enmarcado en un plano personal con Trump que en una capacidad real para tener incidencia a nivel regional.

América Latina, sin pretenderlo o buscarlo, está en la diana del presidente Trump. En toda la sarta de amenazas, intimidaciones, advertencias (quizá con China como destinatario final)… la pregunta es: ¿qué hay de América para los latinoamericanos?

Fuente: Noticia original

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