«El Esplendor (Editorial Planeta) es la historia de Rebeca y César, que son dos buscavidas. Ella se dedica a un negocio más o menos particular, es cazadora de herencias. Entonces, se topa con la historia de un hombre que ha fallecido y cree que tras esa muerte va a conseguir mucho dinero. Y lo que no imaginan ninguno de los dos, ni César ni Rebeca, es que buscando ese dinero van a terminar en una pequeña isla del Canal de la Mancha, donde van a entrar en contacto con una élite que, bueno, pueden ser monstruos o les pueden convertir a ellos en monstruos». Así resume Agustín Martínez la nueva novela con la que aterriza en solitario en el mundo editorial después de haber publicado cinco libros con Carmen Mola —aunque no es su debut en solitario—.
En esta nueva historia, no abandona el suspense, pero no habrá sangre ni violencia física, y sí una trama de personajes que ahonda en lo más oscuro de la esencia humana. Para empezar, la pareja protagonista vive ocupando una casa, con dos trabajos que se mueven en el límite de lo moral y que terminan sumergidos en una enorme «bola de nieve» en la que hay lugar para campos de concentración nazis, paraísos fiscales, corrupción, amor…
Rebeca es cazadora de herencias, una profesión de la que hemos oído hablar bastante en los últimos años, pero tú la perviertes un poco, ¿no?
Yo no la pervierto nada porque es tal cual lo estoy contando. Es una cazadora de herencias y esto es un negocio que existe y que ha estado bastante de moda estos últimos años. Son despachos encargados de buscar herederos. O sea, la ley permite hacer eso, permite que tú busques herederos. Estos despachos tienen genealogistas que se dedican a eso, que tienen contactos en funerarias, con administradores de fincas, que les cuentan que ha muerto no sé quién y que no ha aparecido nadie reclamando el piso. Entonces, empiezan a investigar y se pueden encontrar familiares hasta de segundo grado que reclamen la herencia. Lo que cuenta Rebeca en la novela, que es como la manera en la que se dirigen a los clientes, es tal cual, es así.
A ver, esto pasaba mucho en España porque hay una generación que por la Guerra Civil o por la inmigración se fueron a Latinoamérica o estuvieron en Francia, perdieron relaciones familiares… Entonces, hay mucha gente que ha muerto sin familia. Si se encuentra a un sobrino, a un hermano o a un no sé qué, que legalmente tiene derecho a la herencia, se lo comunican, le piden que firme un papel en el que, antes de que desvelen qué familiar es el que ha fallecido, van a darles un 30% a la empresa. Es su comisión.
Eso Rebeca, pero César tampoco tiene una profesión muy íntegra…
Sí, por eso digo que son dos buscavidas, es gente que bordea los límites de la moral. Les mueve la ambición, el dinero, entrar en el mundo de la élite. Él se considera un poco un guía de lujo de la noche madrileña, así se ve a sí mismo. Se lleva a los clientes vips del hotel de fiesta o a un restaurante o todo este tipo de cosas y, de paso, pues también, aprovecha para trastear un poco con drogas.
Me gustaba porque son mundos reales, es decir, esto pasa a nuestro alrededor, o sea, estas fiestas de las que yo hablo no me las estoy inventando, estas fiestas superlujosas se celebran en Madrid, en Cannes, en Miami…. Me apetecía mucho llevar al personaje por ese mundo, pero sobre todo, insisto, por la perspectiva moral.
Pienso en Trump o Elon Musk, que son amorales, y son modelos a imitar. La gente dice ‘joder, ojalá yo fuera Trump y tuviera la pasta que tiene Trump’ o ‘ojalá yo fuera Elon Musk y tuviera una supertecnológica y tuviera 8.000 millones en mi bolsillo’. Esos modelos vuelven a estar ahí.
Todo tiene que ver con el viaje que hacen César y Rebeca en la novela. Son modelos que durante un tiempo en España eran como modelos a imitar, la gente que conseguía evadir impuestos o el que se enriquecía con la compra-venta de pisos era un listo, no era un cabrón que estaba evadiendo impuestos, se le admiraba. Esos personajes cayeron un poco en desgracia con la crisis porque dijimos ‘oye, estamos aquí todos pagando el pato de toda esta gente que se ha estado aprovechando’, pero creo que vuelven a estar de moda. Pienso en Trump o Elon Musk, que son amorales, y son modelos a imitar. La gente dice ‘joder, ojalá yo fuera Trump y tuviera la pasta que tiene Trump’ o ‘ojalá yo fuera Elon Musk y tuviera una supertecnológica y tuviera 8.000 millones en mi bolsillo’. Esos modelos vuelven a estar ahí. Y eso es lo que al principio empuja a César y a Rebecca. ¿Por qué no puedo estar yo ahí? ¿Por qué no puedo ser como el dueño de Facebook y montarme en un avión e irme a cenar a París esta noche y mañana a una isla del Caribe, a la isla de Mustique, que es también una isla de superlujo? Me parecía como muy atractivo tirar por ahí a los personajes.
El suspense marca el inicio del libro, ¿pero es novela negra?
Es que es complicado, porque dices ¿qué es una novela negra? Yo creo que es una novela que tiene más relación con las novelas de Patricia Highsmith. Y Patricia Highsmith no es exactamente novela negra. Siempre se la ha considerado novela negra, pero en realidad no tiene esa estructura de un crimen al principio que hay que resolver. Son novelas de personajes, normalmente, y que tienen un poco el efecto bola de nieve que yo creo que es lo que tiene el suspense.
Primer escenario, Madrid; segundo escenario, la provincia de Barcelona y de ahí saltas al Canal de la Mancha. ¿De repente se convierte en una novela histórica?
No, no se convierte en una novela histórica. Lo que pasa es que la historia tiene mucho peso y hablo mucho de la parte histórica porque es más o menos desconocida y no era demasiado pública la historia de estas islas. El periplo de los personajes es perseguir el rastro del dinero y ese dinero les lleva a un paraíso fiscal que son las islas del Canal de la Mancha. En mi proceso de escritura, yo llego a ese lugar por la parte que tiene de paraíso fiscal, por todas las empresas pantalla y los testaferros, y eso me lleva a estas islas, en concreto a Alderney, donde transcurre gran parte de la acción, pero toda la novela es la historia de César y de Rebeca y lo que les sucede allí. Sí que hay una parte en la que se cuenta todo esto dentro de la novela porque el pasado tiene mucho peso en el presente. El pasado funciona dentro de la trama y funciona normalmente como espejo de los personajes, de lo que yo quiero contar, de unos personajes que están intentando eliminar su pasado y construir su identidad nueva y entonces me encuentro con la historia. Yo no conocía nada de la historia y me la encontré.
¿Te la encuentras escribiendo el libro?
Sí, estaba intentando entender los putos paraísos fiscales, que son una historia aparte, y me aparece el pasado de la isla, lo que sucedió en esta isla durante la Segunda Guerra Mundial. Me entero de que en un determinado momento todas fueron ocupadas por los nazis, Inglaterra las entregó a los alemanes y Alderney se conviertió en un gran campo de concentración donde fueron a parar muchos españoles. La historia me llamó mucho la atención y encontré luego unos libritos, de 15 o 20 páginas, de un español que sobrevivió a ese campo de concentración y de un preso ruso que también sobrevivió a la isla, y ahí cuentan un poco el día a día de lo que pasaba en la isla.
Es una novela que avanza como una especie de bola de nieve: empiezas con algo pequeñito y se va haciendo grande, grande, grande, y te vas dando cuenta de cómo todos los temas que hay en la novela están conectados. El final de una novela es siempre complicado de resolver pero yo estoy muy contento con la resolución.
¿Cuánto tiempo se ha extendido el proceso de escribirlo? Porque a la vez has estado haciendo muchas otras cosas?
Ha sido muy lento el proceso… Soy bastante rápido escribiendo, pero todo el proceso hasta que tienes la novela clara pues a lo mejor son cinco años. Pero ha estado muy guay. Primero, porque tenía mucho trabajo, sigo publicando novelas con Carmen Mola y estoy haciendo series de televisión. Estamos terminando la cuarta temporada de Monteperdido, del que soy show runner, o sea, productor ejecutivo. No he tenido mucho tiempo, pero ha estado muy bien no estar nada presionado, no tener ninguna urgencia.
Lo que sí teníamos muy claro los tres es que no queríamos hacer ‘minimolas’, no tiene mucho sentido construir el mismo tipo de thriller, muy gore y muy sangriento, en lo que hiciéramos de manera individual porque no sabemos hacerlo de manera individual, eso sale de la conjunción de los tres
¿El esplendor tiene la marca Carmen Mola?
Este año vamos a sacar todos novela, hemos encontrado hueco para escribir una novela individual y vamos a salir todos con novela. Yo he sido el primero. No hemos compartido las novelas, pero lo que sí teníamos muy claro los tres es que no queríamos hacer ‘minimolas’, no tiene mucho sentido construir el mismo tipo de thriller, muy gore y muy sangriento, en lo que hiciéramos de manera individual porque no sabemos hacerlo de manera individual, eso sale de la conjunción de los tres.
El esplendor no es una novela gore, es una novela muy muy turbia, posiblemente la más turbia que he escrito a nivel moral por hacia dónde van los personajes, los ambientes y las situaciones. Aunque es un poco la misma sensación de meterle un gusano en la cabeza a un personaje porque lo que vas buscando es escarbar en partes muy oscuras del ser humano.
¿Es para todos los públicos o se pueden herir sensibilidades?
Yo no creo que me lleve ninguna sensibilidad yo me identifico mucho con Patrick Heisman, que es una escritora que consigue llevar a los personajes a lugares muy oscuros, y creo que es una novela que está en ese mundo que tiene explosiones de violencia. Si algo nos ha enseñado Carmen Mola es que cualquier cosa es para todos los públicos, puedes llegar y hacer algo muy violento y eso seguirá siendo para todos los públicos o hacer algo muy sombrío muy oscuro también puede ser para todos los públicos
Es una novela muy visual, imagino que es inevitable…
Es inevitable porque venimos del mundo visual porque pienso en imágenes y lo que cambian son las herramientas: en la serie tengo directores y actores, y aquí tengo palabras. Me gusta y me gusta como lector me gustan mucho las novelas en las que yo soy capaz de meterme dentro de la novela y que son novelas como muy sensoriales y eso es lo que yo busco y lo que disfruto como lector. Pienso en John Banville, por ejemplo, que es un autor que tiene una visión de novela negra y lo que me gusta es su capacidad para tener la sensación de estar dentro de un lugar en una habitación, en una playa o donde sea y eso es lo que yo busco,.
Bueno, para los haters que creen que esta es tu primera novela… tienes dos anteriores.
Esto es un poco inevitable. Mis primeros libros, mis novelas, me dieron mucho más de lo que esperaba. Monteperdido se convirtió en serie y se tradujo a varios idiomas y la Malahierba es un libro que funcionó muy bien en España y en Francia. Es inevitable que el éxito grande de Carmen Mola opaque un poco las otras, y parece como que ‘y ahora van a sacar novelas individuales’, cuando ya habíamos publicado.
¿También son inevitables las críticas negativas por ser autores comerciales?
Hay un prejuicio hacia lo comercial que hace que la gente lea esas novelas con ideas preconcebidas. Me parece un error, un error elitista, que además veo más presente en la literatura que en otras artes como en el cine. El crítico de cine valora igual una película de Steven Spielberg que un director indie sueco: La lista de Schindler es muy buena y esa otra película también es muy buena. Dentro de lo comercial hay cosas muy rutinarias, y en la literatura pasa y en la música pasa, pero el hecho de que tú quieras ser comercial no es más que ‘quiero que la gente me lea, si puedo llegar a más gente, mejor’.
La tele, y yo lo he vivido en las series de televisión, también estaba muy mal vista. Las series de la tele no era ficción de calidad, hasta que aparecen Twin Peaks y Los Soprano. Creo que sí existe esta conciliación entre algo que pueda ser un éxito comercial y que sea bueno, y en literatura, casi siempre, el éxito comercial elimina la posibilidad de que algo sea bueno literariamente.
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