Marianina: música, pasión y resistencia

Marianina creció en Colima, entre melodías inventadas y juegos donde la imaginación era el único límite. Desde niña supo que el arte sería su destino y con sacrificio, convicción y talento ha logrado mantenerse en ese camino, lo que la llevó a vivir la vida de migrante en Estados Unidos donde su arte ha sido portavoz de sentimientos e injusticias.

Marianina, cantautora que refleja en su música las preocupaciones políticas y sociales de las mujeres, de los migrantes ya planea su próximo álbum

Infancia artística

Siempre supo que era artista. Nunca lo dudó. De niña, llenaba su mundo de canciones y bailes improvisados.

“Si algo recuerdo es que, por alguna razón, siempre supe que soy artista, nunca tuve ninguna duda. Desde pequeñita sabía que quería hacer esto. Salía en las obras de teatro de la escuela, me gustaba cantar, bailar. 

La música y las palabras la atraparon desde muy joven. Su primer poema, escrito a los seis años, hablaba del viento que sonreía al pueblo. Esa imagen la acompañaría por el resto de su vida: una fuerza invisible pero constante, moviéndola de un lado a otro, llevándola lejos de casa y empujándola de vuelta al arte cada vez que la vida parecía alejarla.  

Siempre imaginó su vida dedicada a la música, pero el camino no fue como lo soñó. Al crecer, se enfrentó a la realidad de que vivir del arte no era sencillo. A pesar de su determinación, las dificultades económicas y familiares hicieron que ese sueño pareciera cada vez más lejano.  

El teatro escolar le permitió descubrir su pasión escénica. Año tras año, participó en todas las obras posibles. Con el tiempo, tomó clases de ballet, aprendió piano y, ya en la universidad, se familiarizó con el acordeón de botones. Sin embargo, nunca pudo estudiar música formalmente.

Su madre estaba en contra de la pasión que guiaba  a Marianina, por lo que en su lugar estudió literatura, la opción más cercana que encontró. Pero la música permaneció latente.

Regreso a Colima

Por un tiempo, regresó a Colima para un proyecto con su primo como guionista. Después de unos meses, tomó una decisión definitiva: se iría a la Ciudad de México y apostaría todo por la música. A los 27 años, estaba lista para lanzarse de lleno, aunque sin conocimientos sobre la industria. Pensaba que grabar y tocar sería suficiente, pero le tomaría años entender la complejidad del mundo comercial.  

“Fueron muchos años, pero no era la mejor manera en el sentido comercial. Todavía soy una artista independiente, pero ahora ya hago las cosas como son”, apuntó.  

Tuvo varias bandas y alternaba su carrera musical con trabajos de supervivencia. Daba clases de idiomas, escribía textos para comerciales, hacía labores administrativas y participaba en producciones. Para 2017, decidió continuar como solista, pero vivir al día en México le impedía avanzar en su sueño. 

Antes de mudarse definitivamente, había viajado algunas veces a Estados Unidos para trabajar en los veranos. En una de esas visitas, conoció a un joven que le sugirió mudarse a Los Ángeles, donde había una gran comunidad latina. Le ofreció alojamiento temporal, pero lo que parecía una ayuda se convirtió en una amenaza cuando un contacto que estableció en la ciudad y que le había ofrecido apoyo trató de abusar de ella por lo que debió regresar a Tijuana.Hasta el 2019 volvió a las granjas de cannabis en los Ángeles para establecerse allí.

Marianina en los tiempos de pandemia

La pandemia agravó su situación. La desalojaron de la casa que compartía con sus roomies y perdió su empleo. Sin dinero y sin hogar, vivió en su auto hasta que pudo cambiarlo por una van para regresar a las granjas de cannabis, donde el trabajo era duro y las condiciones extremas. 

Durante dos años, vivió prácticamente como una persona sin hogar, acompañada por sus dos huskies. Se estacionaba en parques, evitando la vigilancia policial, a pesar de la belleza de Los Ángeles, esas no eran vacaciones; eran meses de sobrevivencia, según compartió.

En los meses sin cosecha, de enero a febrero, debía encontrar otras formas de mantenerse. Para bañarse, utilizaba los baños de establecimientos o parques públicos y  contrató una membresía de gimnasio solo para usar las regaderas. La precariedad era constante, pero no la detenía.  

La música la estabilizó

A pesar de todo, nunca dejó la música. Componer y cantar la mantuvo emocionalmente estable. 

“Durante ese tiempo le metí bastante a la música. Yo creo que eso me mantuvo sana y salva psicológicamente, porque entre todo el trabajo estuve sacando mi primer álbum de estudio. No es por nada, pero está bien bonito. Ese disco lo compuse en 2017 y lo grabé en 2018, gracias a una beca. Desde entonces lo tenía, pero lo saqué hasta el verano de 2021. Me la pasaba haciendo mucho contenido con los trends que estaban de moda. No es algo que amaba hacer, pero fue una habilidad que desarrollé y sí me fue bien en TikTok”, apuntó.  

En Estados Unidos, su activismo se intensificó. Aunque en México ya tenía canciones sobre feminismo y luchaba contra la violencia de género, en 2022 se involucró con la lucha de las mujeres iraníes contra su gobierno opresor. 

“Sí, eso me salió mucho más acá en Estados Unidos, aunque en México yo ya era bien política. De hecho, tenía varias canciones sobre feminismo y estaba bien involucrada con eso porque, tristemente, he sido víctima de violencia sexual”, dijo y recordó que el movimiento de las mujeres iraníes en 2022 contra las estructuras machistas fue una gran inspiración.

Se interesa por muchas causas, desde la protección ambiental hasta la lucha contra la discriminación y el racismo, ha trabajado en su propia deconstrucción y ha decidido ser más abierta sobre sus ideales y su música también refleja estas preocupaciones.

La pandemia le permitió descubrir una audiencia en redes sociales, pero también la enfrentó a la dura realidad de la industria: sin inversión, el crecimiento es difícil. Aún así, ha logrado reactivar su carrera con presentaciones en vivo y sigue en la búsqueda de regularizar su estatus migratorio.  

La situación actual con las políticas migratorias la inquieta. Aunque sus dos abuelas son ciudadanas estadounidenses, no ha logrado obtener residencia. La burocracia hace que el proceso sea cada vez más difícil, a pesar de los discursos oficiales que invitan a buscar formas legales de migrar. Ver cómo las redadas de ICE afectan a personas trabajadoras como ella solo aumenta su frustración.  

Por ahora, Marianina sigue avanzando. Su más reciente EP “Suavecita y Peligrosa” la tiene emocionada, y aunque sigue financiando por su cuenta, no pierde la esperanza de que algún día una disquera facilite su camino, manteniendo su trabajo constante, incluyendo un próximo disco que se llama Sounds de Love y Revolution, planeado para hacerse en dos partes. 

Aunque la migración ha sido un camino lleno de obstáculos, su música es su resistencia. En un país donde las políticas migratorias afectan a miles de trabajadores indocumentados, Marianina alza la voz no solo desde su arte, sino también desde la protesta. Su historia es la de muchos que han cruzado la frontera buscando oportunidades y, a pesar de los muros y las barreras, siguen luchando por un futuro mejor.

Fuente: Noticia original

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